Infiltración panista en Iztapalapa
Miguel Ángel Velázquez
Si la verdad no te gusta, mutílala. Con esa idea, lo que sucede en Iztapalapa tomó rumbos que de pronto parecen estar fuera de cualquier lógica si no se explica que el conflicto que vive aquella delegación lo causó el fallo, a todas luces doloso, del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que cercenó un proceso democrático cuyo desenlace hubiera ido en contra de los intereses del cacicazgo que ejerció el grupo de René Arce y, ahora sabemos, también de un grupo de Acción Nacional.
Al problema del cacicazgo que ya afectaba a la población, y al mismo PRD, se halló una solución: Clara Brugada, y a la decisión del TEPJF que la inhabilitó para competir, se halló otra salida: la peor, pero la única: Rafael Acosta, un petista que para ese momento sólo serviría como la figura testimonial que le daría algunos votos al PT.
Tres condiciones movían el esfuerzo político contrario al cacicazgo. Primero, dar a los habitantes de Iztapalapa un gobierno que cambiara el destino de pobreza y marginación que se acentuó durante los gobiernos de los Arce; segundo, hacer patente que una decisión errada de la autoridad electoral podía ser revertida por la voluntad popular, y tercero, impactar el poder político del mismo cacicazgo, que en buena parte se apoyaba en la fuerza de la delegación.
El tercer punto casi se logró. Los militantes del cacicazgo de Nueva Izquierda en la delegación se han ido apartando de ese núcleo, la corriente se deshace y busca ya otro partido político fuera del PRD. También se demostró que es posible, dentro de lo legal, frenar los intereses que pretendió proteger la decisión del TEPJF, pero el tercer punto, el de darle a la demarcación un nuevos sentido social, aún se discute.
Lo demás bien puede meterse en cualquier farsa de carpa, aunque detrás del telón, los hilos azules manipulan con todo su poder el sketch. En apoyo de Rafael Acosta para que no cumpliera con el compromiso de entregar la delegación está una enviada del panismo, digamos que una infiltrada que logró que un bufete de 15 abogados se encargara de marear al ex petista.
Se trata de Alejandra Núñez, panista que tras sus fracasos para convertirse en diputada, primero, y en delegada por Cuauhtémoc, después, fue encargada de asesorar a Rafael Acosta. Núñez trabajó en un área de gobierno de la delegación panista de Benito Juárez, también laboró para otra delegación panista, la de Miguel Hidalgo, durante la gestión de Gabriela Cuevas, en tareas de organización de ambulantes y, hasta donde se sabe, fue ella la que sugirió al gobierno federal que la PFP tomara la delegación, petición que después fue expuesta públicamente por el mismo Acosta, pero que no tuvo eco en las instancias federales.
En esa línea ahora se explica el terrible caos en la delegación y desde luego el interés que ha surgido por que sea un tercero, es decir ni Clara Brugada ni Acosta, quien se encargue del gobierno en Iztapalapa.
Estáa claro que una decisión de ese tipo, echaría por tierra parte de lo ganado en aquella delegación. Para empezar, quedaría burlada, una vez más, la voluntad popular que, como todos saben, se inclinó en favor de Brugada, y luego se correría el riesgo de hacer que el cacicazgo regresara a Iztapalapa con algún disfraz reciente confeccionado con tela azul.
Parte del juego ahora se puede ver con claridad, y así los intereses quedan al descubierto. Todo esto deberá tomarse en cuenta por la comisión que ayer se integró en la Asamblea Legislativa del DF, que podría destituir a Rafael Acosta, y eso de la tercera opción sería nada más, como dijimos, otra burla.
De Pasadita
Para quienes andan en busca de los candidatos presidenciales, sería bueno que echaran un vistazo al accionar de Alonso Lujambio, quien prometió a los panistas visitar todo el DF para promover un libro de su autoría. ¿No será que en lugar de Los Pinos Lujambio prefiere el antiguo Palacio del Ayuntamiento? Del asunto nos encargaremos pronto.
(((MENTIRAS Y MAS MENTIRAS!!!))
Juanito
José Blanco
Si no fuera por las prácticas políticas que exhibe, el affaire Juanito no merecería un espacio editorial en La Jornada. El personaje tragicómico que representa Rafael Acosta es un lamentable engendro tercermundista de los que encontramos ejemplos numerosos en todos los partidos (remember Pancho Cachondo, por ejemplo).
Pero el último responsable de esa payasada deplorable no es esa desdicha de hombre que es Rafael Acosta, que se ha vuelto la piñata a la que le han caído encima, con saña, los garrotazos de sus antiguos “compañeros”, los mismos que antes lo aplaudieron felices, cuando hizo su juramento político.
Según la crónica de color que hizo Jaime Avilés, Juanito se pinta el pelo de negro azabache, y lo hace mal porque el tinte no le cubre las patillas. Además mide 1.50 metros y se empolva la cara estulta, para lucir en la televisión. Al “recuperar” el edificio de la delegación, Juanito iba vestido por completo de negro: estaba gordo, pequeño y redondo, mientras hablaba y hablaba a las televisoras.
Rodeado de numerosas voces –que las televisoras acallaban sin darles imagen ni sonido–, oía cómo le gritaban: “juantítere”, “vendido”, “traidor”; al mismo tiempo, otros, partidarios de Brugada, desfilaban con cartulinas con mensajes que decían lindezas como éstas: “a mí no me va a gobernar ningún pinche mariguano”, mientras coreaban con rabia: “Éste es el pueblo/ de Clara Brugada /¿dónde está el tuyo Juan de la chingada?” Pura civilización.
Ése es el linchamiento que sus ex “compañeros” asestaban el sábado pasado a un ser cuasi subnormal, al que han usado de modo inmisericorde desde que Ebrard lo “convenciera” de ser el trapeador de perredistas y petistas, para “ganarle” la jugada a una presunta o real ilegalidad del Tribunal Electoral del Distrito Federal (TEDF) en contra de Brugada.
¿Quién no recuerda que el litigio dentro del TEDF nació de las diferencias profundas dentro del PRD que se confunden con el juego paralelo del PT? ¿Quién no recuerda a AMLO tronando contra el TEDF en un acto público, tomar con brusquedad por un brazo a Juanito, y con índice autoritario y vergonzoso que señalaba hacia el micrófono ordenarle que jurara que renunciaría en favor de Brugada para así derrotar a la mafia que nos gobierna?
¿Quién no recuerda el modo abyecto en que Juanito juró lamer el piso que AMLO ordenara? ¿Quién no sabe ahora que este miserabilísimo “político” estaba siendo sobornado por la coalición PRD-PT en el DF, mediante 70 mil pesos mensuales y firma libre en un hotel, pagando las comidas y cenas pantagruélicas de Juanito?
¿Quién no sabe que el PRD-PT decidió suspender el derroche de un infeliz que en su vida había experimentado la vida regalada, y que Juanito respondió diciendo que su licencia había terminado y que iba por “su” delegación? Por supuesto, es preciso escribir PRD con todas las salvedades que es preciso tener en cuenta por cuanto se trata de una coalición de corrientes con intereses propios y encontrados. Hay de perredistas a perredistas, diría cualquier perredista.
¿Qué es toda esa comedia ignominiosa para la ciudadanía, para el PRD y para Juanito?
Si este conjunto de patochadas les parece un asunto normal de la “lucha” política, en el interior del “aparato” el PRD-PT no tiene futuro. Estas prácticas primitivas sólo alejan a las mayorías ciudadanas de unos partidos, partidos ellos mismos en cien pedazos que no tienen programa que ofrecer a la ciudadanía, en un momento en que la sociedad mexicana requiere como nunca de una izquierda que entienda que significa justicia social hoy, en esta hora, y por cuál camino es preciso andar para luchar efectivamente en favor de ella.
La izquierda de hoy no ganará los próximos comicios; no está a la altura de las necesidades de la sociedad compleja que es hoy México. Podrían aspirar a encontrar un camino de crecimiento y maduración, pero tampoco están buscándolo. Hoy cada miembro de estas izquierdas –siempre hay excepciones– busca un puesto político para ganar la plata que nunca han ganado.
Ése es el aciago presente del país. Que de ese modo se conduzcan las derechas, a quién puede extrañar. Pero de las izquierdas siempre se ha esperado un comportamiento diferente. Uno que piense seriamente mediante cual programa social puede aspirar al poder. Pero, sin una visión de largo plazo, jamás sabrán por dónde es necesario caminar; sin una política de alianzas con el centro político, no avanzarán un centímetro más. En esta materia, izquierdas, centro y derechas políticas hoy por hoy son idénticas: quieren todos carro completo. Pero de todos ellos, nadie más precario que las izquierdas. Creen que con sólo declarar que están en favor de los pobres, toda la ventura política llegará por sí sola.
Para desgracia de México, el affaire Juanito pone a la luz del día una dimensión subdesarrollada de la política mexicana que no sólo no contribuye a la formulación por las fuerzas políticas de un proyecto de desarrollo para el país, sino que es un obstáculo que, por hoy, se ve infranqueable.
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