El sábado muy temprano se formó una larga cola de usuarios de celulares afuera de una de las agencias automotrices Renault, que pretendían registrar sus teléfonos para no quedar incomunicados.
Si la noticia no fuera reveladora del grado de ignorancia de un sector importante de la población, resultaría graciosa. A mi me causó mucha tristeza, casi al punto de las lágrimas. Pensé de inmediato en tanta gente que no tiene posibilidad de contratar una línea telefónica porque su miserable salario, si es que lo tiene, no alcanza ni para lo indispensable. Pensé en albañiles, veladores, sirvientas, lavaplatos, cargadores y marchantes que van a las ciudades a mendigar un empleo porque en sus pueblos el campo está abandonado, y que al adquirir un teléfono celular logran mantener contacto con su familia. Pensé en lo que para ellos significará quedar incomunicados.
Hay millones de mexicanos que sólo saben llamar y contestar, que no pueden enviar mensajes porque no saben escribir, menos podrían registrar su teléfono. Son millones también los que no cuentan con el famoso CURP.
Dice Granados Chapa en su columna que los fines de esta medida no pueden ser sino inquisitoriales y limitativos de los derechos individuales, entre los que cuentan primordialmente los de privacidad. Estoy totalmente de acuerdo con el maestro.
El gobierno federal y sus aliados tienen una necesidad URGENTE de medir el control que tienen sobre la población, tanto para fines electorales que les permitan continuar con la imposición como para detectar la magnitud de la disidencia. Están claros en que sus encuestas a modo no revelan el verdadero sentir de la mayoría, esa mayoría capaz de girar el rumbo del país si se lo propone.
Sin un marco legal que los respalde, los ciudadanos que entregaron datos personales para registrar su celular corren un riesgo, quizá mayor al que corren los que no lo registraron, porque estos últimos sólo perderán un instrumento de comunicación en tanto los primeros pueden aparecer el día de mañana con la noticia de que sus derechos y garantías fueron violados por las autoridades o los que compren los datos personales de una ciudadanía cada vez más vulnerable.
La verdad es que nadie confía en el uso que hacen el gobierno y sus aliados de lo que nos pertenece a todos los mexicanos. Puedo asegurar que quien registró su número celular lo hizo por el temor de perder la comunicación, que afectaría su trabajo principalmente.
Es lo que quieren medir, qué tanto funciona el pánico.
Digo que la medida también es mentirosa porque los números que no fueron registrados hasta el momento siguen funcionando. Igual y mañana logran cortarles el servicio o inventar una cifra estratosférica de gente que perdió su celular por no registrarlo, para seguir espantando.
Un recurso maravilloso que tiene el pueblo para sobrellevar los embates de la derecha es el ingenio. También el sábado en las estaciones del metro aparecieron vendedores ambulantes ofreciendo chips registrados a bajo precio.
¡Llévelo, llévelo, chip registrado a nombre de Felipe Calderón con 100 pesitos de tiempo aire!
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