jueves, 5 de agosto de 2010

BAJO RESERVA

Había un rey que organizó un banquete y cuando se llegó la fecha del banquete, uno a uno de los invitados fueron excusándose para no ir y lo que hizo el rey, entonces, fue salir al cruce de los caminos e invitar a quienes no habían sido invitados en un principio”, dijo el presidente Felipe Calderón ayer, en su tercer día de discusión sobre la guerra contra el narco y sus efectos en México. Hablaba para la clase política; se refería a que no tuvo respuesta cuando llamó a los partidos y al Congreso a que asumieran esta guerra como propia (lleva 28 mil muertos, según el Cisen). En la metáfora-parábola, él es el rey; los invitados que desairaron, la élite política nacional. Falta definir a los invitados-de-última-hora. Está muy bien que busque comensales alternativos; pero una cosa es clara: sin aquellos primeros invitados a su banquete, difícilmente avanzarán las cosas.
¿Para qué debatir, si ya el Ejecutivo federal decidió? Vámonos por partes. Vea: hay tres intentos claros en el discurso de Los Pinos sobre la guerra contra las drogas. El primero intenta abolir la palabra “guerra”; el segundo, eliminar la noción de que es personal (de Felipe Calderón), y el tercero es no atribuirla más a la administración 2006-2012, sino al Estado Mexicano. Lo expresa (con otras palabras) el mandatario en corto; lo repiten sus hombres cercanos, y así lo delineó en su primer día el nuevo secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora. Y una manera de fortalecer este discurso es convocando a consensos y a compartir la responsabilidad. Pero, ¿cómo “comprar” la guerra (o como quiera llamarse) si en los hechos no hay voluntad de moverle una sola variable? Ejemplos sobran. Se ha pedido una política contra adicciones más agresiva, y no sucede. O una respuesta social para el sicariato (trabajo, tratamiento, reconversión) y eso no existe. El último gran ejemplo: debatir la despenalización, legalización y/o descriminalización de las drogas… con el pre-veredicto del jefe del Ejecutivo: simplemente no sucederá. Sí, sí, debatan (y cómprenme la guerra); júntense, tienen mi apoyo. Pero no se legalizará nada. ¿Cuál es el objetivo de debatir si el Estado ya decidió?
Mony de Swaan no miente cuando niega haber sido impuesto como presidente de la Cofetel. Muy sencillo: dos consejeros dijeron no a su nominación; otros dos, que sí. ¿Y quién cree que decidió finalmente que Mony de Swaan sería presidente? Mony de Swaan. No lo impuso nadie en ese puesto. Él fue el quinto voto, y votó por él. La semántica es así: en su estricto sentido, es cierto, no fue imposición. Lo habrán impuesto como consejero días antes para que votara por sí mismo; pero como presidente, no señor.
Apunte final: Presidente_FCH, vía Blackberry, en Twitter: “No consumo y jamás he consumido ninguna droga”. Respondió a una pregunta.

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