l primer día de actividades del Congreso en este año se perdió. La sesión del pleno de la Cámara de Diputados duró sólo 50 minutos porque un pequeño grupo de legisladores decidió desplegar una manta, no con críticas a políticas públicas o protestas por alguna supuesta injusticia, sino con ofensas personales hacia el presidente Calderón.
Después pasó lo predecible: los diputados afines al gobierno federal reaccionaron con ofensas y al borde de los golpes. Los moderados intentaron sin éxito calmar los ánimos. Sesión suspendida. No es así como consolidaremos nuestra aun frágil democracia.
Quedaron pendientes 53 asuntos en agenda, 10 comunicaciones y correspondencias, tres minutas, una iniciativa de congresos locales, un acuerdo de los órganos de gobierno, dos declaratorias de publicidad de dictámenes, tres dictámenes a discusión, un punto de acuerdo de urgente resolución, siete temas en agenda política, 16 iniciativas y nueve proposiciones con punto de acuerdo.
Este no es el Congreso que necesita la nación. Por definición, los parlamentarios dialogan las diferencias, respetan el espacio común y creen en la fuerza de los argumentos para sacar adelante sus iniciativas y convencer a los demás de sus posiciones.
La Cámara de Diputados ha de ser un espacio plural, heterogéneo y, por lo mismo, ha de ser incluyente y respetuoso de todas las expresiones de sus legisladores, los de mayoría y los de minoría, pero siempre dentro de un marco de respeto, que permita avanzar, incluso en medio de sus hondas diferencias.
Los actos de quienes encabezaron el zafarrancho de ayer —diputados del Partido del Trabajo, con Gerardo Fernández Noroña a la cabeza— son claramente la antítesis de dichas virtudes. No sólo detienen la marcha del Congreso, sino que no ayudan a las causas que dicen enarbolar y aun operan en contra de los intereses de su propio partido, que ha de cargar con el costo político de estas exhibiciones. En suma, sus desplantes son poco útiles, incluso a sus propios fines.
México espera debates importantes en materia laboral, hacendaria, electoral y económica; aguarda acuerdos entre los partidos partidos políticos aun dentro de sus diferencias ideológicas y a pesar de encontrarse en tiempos pre electorales; anhela consensos, no la polarización.
Resulta impostergable sentar las bases de un acuerdo de civilidad parlamentaria que conjure los desvaríos de algunos de sus integrantes.
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