El cese de la periodista Carmen Aristegui de la empresa MVS me suscita las siguientes reflexiones:
1) Siempre he pensado que los asuntos y vida privada de los políticos deben mantenerse en ese ámbito, pero también creo que se vuelven asunto público si tienen repercusiones colectivas, siendo motivo de atención en diversas democracias donde —recordó Carmen con razón— se piden requisitos de salud a quienes ocupen cargos de alta responsabilidad. Y es que la salud del primer mandatario se erige como un asunto de seguridad nacional, y no es la primera vez que se debate (y sería bueno tener una ley al respecto). Muchos opinan que el de Carmen es mal periodismo, que su solicitud a Los Pinos era dolosa y provocadora (“hasta la pregunta ofende”, dirían muchos), pero la mayoría considera que eso no era motivo de silenciamiento. Si la pregunta de Carmen fue dolosa, o una afrentosa provocación, entonces Los Pinos no debió atenderla en absoluto, pero respondió, legitimando así la solicitud como relevante (y dejado a MVS “colgado de la brocha”, al descalificar en los hechos su argumento para el cese de Aristegui).
2) Resulta poco creíble que haya sido la radiodifusora quien decidió cortar a Carmen sin presión gubernamental de por medio. ¿Por qué MVS habría de terminar con su mejor oferta, la más rentable, y encima presentarse como censor? No es racional que alguien se dé ese tiro en el pie sin que nadie lo exija. ¿Le preocupa a MVS a ese grado la ética o las concesiones a renovar y adquirir siguen siendo una palanca de presión y alineamiento político, como ocurría en los mejores tiempos del PRI? Los Pinos dice que no tuvo injerencia, Aristegui, que sí. Nueva cuestión de fe. Pero Los Pinos sí dijo que MVS le avisó del cese, en cuyo caso pudo haberle dicho: “Mejor no me ayudes, compadre”, pues claramente le cargarían el muerto al gobierno. El equipo de Los Pinos tenía que haber evaluado los costos para su jefe, pero eso exige experiencia y pericia (no mucha, por cierto). Así pues, suponiendo que no haya habido pecado por acción, lo hubo por omisión.
3) Y es que el saldo para el gobierno será negativo, y el costo, enorme. De haber ignorado todo el asunto, la noticia sobre la afrentosa manta de Gerardo Fernández Noroña no hubiera pasado del viernes. En cambio, con el despido de Aristegui la nota cobró fuerza y atención, además de que un asunto de salud basado en rumores se transformó en otra censura oficial (directa o indirecta). El precedente quedará registrado, y así como (guardadas las distancias) al hablar de libertad de expresión bajo el gobierno de Luis Echeverría aflora siempre el asalto a Excélsior, cuando se revise el tema durante el sexenio de Calderón se citará el cese de Aristegui como ejemplo de censura. Ante una situación semejante (su presunto uso de Prozac), Vicente Fox mostró más prudencia (que ya es decir).
4) Hasta el lunes, el costo principal de la manta de marras había recaído sobre los propios diputados del PT y Andrés Manuel López Obrador, pues los provocadores son cercanos suyos. A partir del cese de Carmen, el pequeño costo al obradorismo quedó diluido frente al enorme costo que tendrá ahora para el gobierno.
5) Todos salen perdiendo; la empresa queda como censora (a menos que aclare que fue puesta entre la espada de las concesiones y la pared del respeto editorial) y el gobierno aparece como torpe y autoritario. Gana si acaso el PRI, que tendrá nuevas municiones para señalar que los gobiernos del PAN fueron manejados por bisoños, además de no distinguirse demasiado de los priístas en materia democrática. Eso se refleja en la defensa que en el Congreso hizo Beatriz Paredes a Carmen, no por ser ella sino por representar un símbolo a la libertad de expresión, según dijo la dirigente priísta. Gana también, probablemente, el propio Fernández Noroña, que como provocador profesional (inmune a la crítica personal) logró lo que buscaba: tender un anzuelo al gobierno, el cual picó. Una estratagema burda, como las que acostumbra el agitador; pero para burdo, burdo y medio. En lo que hay prácticamente consenso —sea que se le crea a Aristegui o al gobierno, sea que se considere que Carmen actuó legítimamente o que lo hizo con dolo— es en la ineptitud del gobierno y la inexperiencia de su equipo, que jamás ha entendido el terreno de la comunicación política sobre el cual se mueve.
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