La situación de México es demasiado grave como para pensar en frivolidades: hoy hasta los partidos y los candidatos parecen secundarios. Hay transformaciones que son urgentes, frente a las cuales es crucial el papel de la ciudadanía.
Cambiar a México no es una meta a corto plazo, todo lo contrario. Todos sabemos que los grandes cambios no se hacen de la noche a la mañana ni con unos cuantos. Se requieren años de esfuerzo y la amplia participación de toda la gente: de las organizaciones y redes sociales, de las mujeres, de los jóvenes, de los trabajadores y de los desempleados, de las y los jefes de familia, de las personas de la tercera edad, periodistas y activistas; de quienes gozan de mejores posiciones, profesionales, universitarios e investigadores, emprendedores y empresarios, de gerentes y directivos, tomadores de decisión. Pero también necesitamos de los militantes de partidos, de los políticos y de los funcionarios de gobierno, de los que siendo honrados están ahí, para que nos ayuden a limpiar la clase política y mejorar a México. ¡Nos urge sustituir a muchos políticos actuales! Se han infiltrado demasiadas mujeres y hombres deshonestos, oportunistas, corruptos, voraces, no sólo en las gubernaturas de los estados, también en el Congreso, en las presidencias municipales, en las secretarías, en los más altos niveles, en la Presidencia. Hay mucho trabajo que hacer, y tenemos que entrarle todos desde donde estemos.
Lo único que podemos cambiar en el corto plazo son las circunstancias, y eso a veces, como ahora que atravesamos un proceso electoral. En la medida que este proceso sea verdaderamente democrático, transparente y limpio podríamos mejorar algunas circunstancias. Las actuales elecciones son una gran oportunidad para disminuir la concentración del poder en una clase política que más bien parece casta. El próximo domingo podríamos quitar a gobernantes y candidatos que no son más que súbditos de unos cuantos multimillonarios, de quienes se han adueñado del dinero y de los medios de comunicación, herederos de fortunas y beneficiarios de las trasnacionales los más decentes, otros que a costa de privatizar y transar con bienes de la nación pasaron a la lista de Forbes en un sexenio. Políticos corruptos y narcos también forman parte de la casta de los acaudalados de México. Son ellos los que no quieren soltar el poder.
Para mi gusto, el movimiento social que cimbró la importancia de esta elección fue el de los jóvenes universitarios. Es un orgullo contar con una juventud con la capacidad crítica de los #YoSoy132. Ellos nos llevaron a orientar la mirada en los medios, en el poder de manipulación y control que ejercen sobre el pensamiento y las conciencias. “Apaga la tele, enciende el cerebro”, decía alguna de sus inteligentes pancartas. Al asumirse como sujetos políticos participan y se organizan para cambiar la historia: Somos el quinto poder. Ciudadanos que valoran las elecciones como una oportunidad de cambio; Alto al gobierno impuesto; La tv embrutece a la gente, queremos elecciones justas, dignas, que esta vez no exista el fraude. No llaman al voto nulo sino al voto informado y razonado. Han descubierto que los dueños de las televisoras tienen candidato y quieren imponerse a cualquier precio. No vendas tu voto, que no te callen, que no te engañen, participa; Los ojos del mundo están sobre estas elecciones, ¡vigila!, ¡watch!. Palabra tan internacional como el Twitter, su potente medio alternativo de comunicación.
Se trata de la elite universitaria, del 20 por ciento de la juventud, de quienes han tenido la oportunidad de estudiar, de quienes viajan por el mundo y leen los periódicos. Son parte de la elite intelectual. La parte crítica y comprometida que no está en Televisa ni en los periódicos de la derecha, la que está interesada por terminar con las desigualdades y con la pobreza de México. Son de izquierda: Gritamos por la pobreza extrema, por el gobierno represor, por los 60 mil muertos, por el acceso a un trabajo digno.
El 50 por ciento de las y los mexicanos no estudian más allá de la secundaria, no leen los periódicos y su fuente de información es la televisión. Son quienes tienen más confianza en los locutores de la televisión y en los curas que en los periodistas y los investigadores. Me decía una señora del mercado: Dice el padre que si votas por la izquierda habrá muchos muertos en el país. Esta es la mitad de la población mexicana que podría vender su voto por una despensa, por una tarjeta de teléfono, por 500 o mil pesos.
Cambiar esta situación nos llevará muchos años y exige trabajar con todas las fuerzas de la izquierda que han demostrado compromiso con la lucha contra las desigualdades sociales. Habrá que trabajar además con quienes se identifican en otras posiciones pero están interesados en mejorar las condiciones. ¡Vayamos a votar!
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