sábado, 30 de junio de 2012

Para panistas de -- buena voluntad

Poco antes de las elecciones legislativas de 1973 (mediados de Echeverría) algunos chavos de izquierda no tan radical, no guerrilleros ni mucho menos, salían a la calle por las noches para destruir toda la propaganda electoral que pudieran. Era la única manera que tenían para expresar su rechazo a la farsa electoral, al fraude hegemónico y a una formalidad política dominada por el PRI y aderezada con partidos paleros. Los únicos carteles que esos chavos respetaban eran los del Partido Acción Nacional, porque entendían que esa organización no cabía en la clasificación de “palera” –luchaba por una democracia real– y porque en algunos carteles blanquiazules se hacía memoria de la masacre del 2 de octubre de 1968.

Una década después, la reforma política de tiempos de López Portillo ya había incorporado a otros partidos reales a la vida republicana. Para entonces, en época de elecciones, los chavos de la izquierda radical –pero no tan radical como para ser guerrilleros– seguían saliendo por las noches a la calle, pero ya no para arrancar carteles de los postes sino para pegar la propaganda de los partidos Socialista Unificado de México, Mexicano de los Trabajadores y Revolucionario de los Trabajadores. Acción Nacional, por su parte, empezó a ganar elecciones estatales en el centro y el norte del país, en parte gracias al impulso logrado con la incorporación de los llamados “bárbaros del Norte”. Creo recordar que el Pelón Rosas dio una batalla formidable en Sonora, Francisco Barrio hizo lo propio en Chihuahua y Manuel J. Clouthier se alzó con el triunfo en Sinaloa. Por esos mismos años, el doctor Salvador Nava, líder independiente, fue impulsado a la gubernatura bajo el emblema del PAN. En todos esos casos, el régimen recurrió a lo que se llamó “fraude patriótico”. Recuerdo con claridad el argumento disparatado de que debía impedirse a toda costa que un panista ocupara la gubernatura de algún estado de la franja norte porque desde esa posición de poder podría declarar la independencia de la entidad en cuestión para luego anexarla a Estados Unidos. La gran ironía es que quien anexó de golpe 32 entidades a Estados Unidos fue un priísta: Carlos Salinas de Gortari.

El PAN es de derecha desde su fundación, en 1939, pero durante su primer medio siglo de existencia conformó una derecha democrática y, en varios sentidos, nacionalista. En esos dos puntos coincidía con las izquierdas que buscaban instaurar en el país una institucionalidad verdaderamente democrática y que desde el alemanismo veían con alarma los coqueteos y las concesiones del priísmo gobernante hacia Washington. Por esos puntos en común y acaso también por otras razones coyunturales, las izquierdas respaldaron muchas de las movilizaciones poselectorales blanquiazules.

Los panistas nunca han tomado el Paseo de la Reforma, pero en respuesta a alguno de los fraudes electorales de aquellos años realizaron una acción mucho más radical: bloquearon los puentes internacionales que comunican a Ciudad Juárez con El Paso y emprendieron acciones de resistencia civil pacífica y de desobediencia civil, en la línea de Henry David Thoreau. El cierre de esos pasos fronterizos sí que causó daños económicos, pero desde la izquierda no se censuró tal acción, porque se entendía perfectamente que era necesaria para abrir las puertas de la democracia, cuya instauración resulta mucho más relevante que unas pérdidas monetarias coyunturales. Cuando don Luis H. Álvarez se puso en huelga de hambre por el fraude perpetrado contra Francisco Barrio (1986), Heberto Castillo viajó a Chihuahua para convencerlo de que abandonara esa medida extrema porque la lucha por la democracia lo necesitaba vivo.

En los días posteriores a la elección del 6 de julio de 1988 se vio a Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J. Clouthier y Rosario Ibarra, hombro con hombro, protestando por la distorsión de la voluntad popular perpetrada por el priísmo. Aquí está la foto:


Foto: Ireri de la Peña

En un segundo plano aparece un personaje turbio y torvo: Diego Fernández de Cevallos, quien para entonces negociaba con Salinas el respaldo del panismo a la imposición. Mientras con una mano participaba en el gabinete alternativo de Clouthier como secretario de Política Interior, con la otra tendía vínculos hacia el régimen espurio. La dirigencia de Acción Nacional terminó por reconocer a Salinas como presidente. Para 1991, Fernández de Cevallos empezó a operar, en su calidad de coordinador de los diputados panistas, como operador del régimen. Fue él quien dio el respaldo decisivo a la incineración de las boletas de la elección de 1988, con lo que ayudó a Salinas a desaparecer las pruebas del fraude.

Tras el extraño fallecimiento de Clouthier se impulsó una fusión de facto, nunca confesada, entre la dirigencia panista y la presidencia tricolor, cuyos primeros frutos fueron las “concertacesiones”: gubernaturas que fueron entregadas a panistas tras conflictos poselectorales. El priísmo gobernante adoptó sin tapujos lo más importante de la propuesta económica blanquiazul, satisfizo su demanda de normalizar las relaciones con la iglesia católica y con El Vaticano y para 1994 la relación ya era tan estrecha que Acción Nacional tuvo a su primer candidato presidencial “destapado” por el presidente priísta: el propio Fernández de Cevallos.

Fue tan escandalosa la paulatina alineación del PAN al salinato que en esa época un grupo de dirigentes panistas destacadísimos abandonó el partido para fundar lo que llamaron el Foro Doctrinario. Entre ellos estaban Pablo Emilio Madero (candidato presidencial panista en 1982), Jesús González Schmal, José González Torres y Bernardo Bátiz.

En el sexenio siguiente, el de Zedillo, Acción Nacional ingresó al gabinete en la persona de Antonio Lozano Gracia, quien fue nombrado procurador. Lozano tuvo un papel protagónico en la ofensiva judicial contra los rebeldes zapatistas y en la comedia de las imputaciones zedillistas contra Raúl Salinas de Gortari por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. En 1998 la bancada legislativa del PAN fue presionada por la dirigencia de su partido –el presidente del CEN era Felipe Calderón Hinojosa– para que aprobara en bloque la inmundicia del rescate bancario: 56 mil millones de dólares de deudas privadas fueron convertidos de golpe en deuda pública, sin una investigación previa ni posterior de las masivas irregularidades y de los fraudes que se cometieron al amparo de aquel atraco y que permanecen, hasta la fecha, en total opacidad.

Para cuando Vicente Fox formalizó su aspiración presidencial, el PRI se hallaba en un severo desgaste histórico, caracterizado por el agotamiento total del modelo del desarrollo estabilizador y la sustitución de importaciones, por la aplicación salvaje del programa neoliberal, por la pugna Salinas-Zedillo, por el pésimo resultado económico sumado de los sexenios de ambos y por el surgimiento de una ciudadanía que ya no encontraba acomodo en el viejo aparato corporativo y que venía reclamando democracia real desde 1968 e incluso desde antes. Aun así, para el empujón final que permitiera la alternancia se necesitaba algo más que la audacia de Fox, que la tradición democratizante de Acción Nacional, ya contaminada, para entonces, por la cohabitación con el priísmo. Cuauhtémoc Cárdenas emprendía una tercera candidatura presidencial sin muchas perspectivas. En tal circunstancia, Muchas personas de izquierda, con y sin partido, decidieron participar en la campaña del guanajuatense o, cuando menos, apoyarlo de manera explícita o, cuando menos, votar por él.

Pasaré por alto lo ocurrido durante el sexenio foxista, salvo por su desenlace final: una intromisión presidencial y empresarial evidente e ilegítima en el proceso de sucesión –así lo describió el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en la resolución que dio por válidos los resultados de la jornada del 2 de julio de 2006 y un proceso electoral gravemente viciado.

Sé que tú, panista de buena voluntad, crees sinceramente que López Obrador perdió la presidencia en aquella fecha y que sus alegatos de fraude carecen de sustento. El problema es que hace seis años no sólo se defraudó a los votantes de la izquierda, sino al conjunto de la sociedad, ustedes mismos incluidos. Porque ustedes depositaron su sufragio por Calderón, pero no por un cogobierno de Calderón con Elba Esther Gordillo, ni por la impunidad para personajes como Mario Marín y Ulises Ruiz. ¿Me equivoco? Y los priístas también resultaron defraudados, porque millones de votos tricolores fueron desviados por La Maestra –existe la grabación de una negociación verbal entre ella y el ex gobernador Eugenio Martínez, de Tamaulipas, hoy investigado por nexos con el narcotráfico– para que el segundo endosara a Felipe Calderón los sufragios priístas obtenidos en su entidad por Roberto Madrazo.

Hoy, seis años después –tú lo sabes, porque piensas y actúas con honestidad– la candidatura presidencial panista no llega bien posicionada a los comicios. Así fuera sólo por el desgaste natural de doce años en el poder, el partido con el que simpatizas y su abanderada, Josefina Vázquez Mota se encuentran en tercer lugar en las preferencias electorales y la persona que puede derrotar en las urnas al producto priísta erigido en candidato no es ella, sino Andrés Manuel López Obrador.

Sabes también que la propaganda negra inventa muchas patrañas y que López Obrador no es Chávez ni come niños crudos. Si vives en el Distrio Federal, e incluso si habitas en otra parte del país, recuerdas que el tabasqueño, como gobernante de la ciudad, estableció programas pioneros en el país para atender a las personas con menos recursos, a los integrantes más vulnerables y desamparados de la sociedad, pero que también hizo obras para la clase media y que trabajó en armonía, y con resultados, con los empresarios medianos y grandes.

Algunos panistas destacados como Vicente Fox y Manuel Espino han optado por sumarse abiertamente a la campaña de Peña Nieto. Otros, como Calderón, negocian con él bajo la mesa. Mañana, las dos partes de esa negociación intentarán repetir el reconocimiento a Salinas en 1988 y realizar una acción inversa a la de 2006: la transferencia de votos panistas al tricolor, acaso por medio de la misma operadora que en aquel entonces: Elba Esther Gordillo. Pero para ti, panista de buena voluntad, la perspectiva de un regreso del PRI a Los Pinos es moralmente intolerable.

En estos tiempos los jóvenes hacen cosas mucho más eficaces que salir por las noches a las calles a destruir propaganda electoral y se muestran dispuestos a lo que Maquío describía como "hacerle un boquete al sistema para que pase la democracia".

Gracias por tomarte el tiempo de leer estas reflexiones. Ojalá que votes en plena libertad y de acuerdo con tu conciencia.

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