Seis hechos prestan motivo para tener fundadas sospechas de que si un candidato producido por el duopolio televisivo alcanzara la presidencia, podríamos encontrarnos ante un hecho masivo que postergaría por decenios la débil progresión democrática en México.
El primero de ellos constituye algo poco usual, ya que sin haber avanzado ningún nombre para ocupar las secretarías que acompañarían a la gestión presidencial, se dé a conocer un candidato militar como asesor externo para la lucha contra la droga y la situación de violencia que se vive cotidianamente. Llama la atención que el militar sea colombiano y que haya manchado sus manos con sangre mexicana, ya que estuvo relacionado con la matanza en el norte de Ecuador, donde murieron tres jóvenes mexicanos, y a la sobreviviente se le persiguió intentando llevarla a tribunales. Es sabido que desde el trágico 9 de abril de 1948, día en que fue asesinado Eliécer Gaitán, líder popular liberal colombiano, comenzó sin interrupción hasta el presente la violencia que enfrentó al ejército contra las organizaciones guerrilleras, contra la droga y contra el crimen. Colombia aún no se repone. Elegir a un militar de esa nación significa hacer un gesto hacia el Departamento de Estado y el Pentágono, y aprobar que Colombia (¿y ahora México?) sea como un portavión donde 11 bases estadunidenses apuntan a los gobiernos progresistas de Ecuador, Brasil y Venezuela.
En segundo lugar, uno se pregunta: qué se quiere significar con esa referencia a un militar extranjero sino que habrá más mano dura, pero no sólo contra las mafias de la droga (y habría que ver si no se proyecta negociar con ellas), sino principalmente contra los movimientos sociales, como en Atenco. Y hay que recordar que la referencia a esa represión de campesinos que se opusieron al acto de fuerza de imponerles un aeropuerto sin su consentimiento, lanzó en la Ibero todo el movimiento #YoSoy132, que bien pudo evitarse de haberse aclarado que ese acto represivo fue un error político y de principio. Pero no fue así. Se justificó la represión y se dieron débiles razones como justificación de ese operativo violento. ¿Se generalizarán esas acciones bajo las orientaciones colombianas?
En tercer lugar, se ha descubierto que en relación directa con el gobierno del estado de México, según se hizo público en los noticiarios de Carmen Aristegui y en otro medios, se organizaron y pagaron actos de espionaje contra muchos actores políticos mexicanos, hasta contra oponentes posibles del mismo partido al candidato producido por la televisión tales como Beatriz Paredes, que en 2008 podía ser todavía una oponente a su candidatura del PRI a la presidencia, o a Marcelo Ebrard que en ese entonces era, en otro partido, también un posible oponente. Actos tales como espiar a otros políticos antagonistas indican un estado de ilegalidad peligroso y un antecedente antidemocrático claro.
En cuarto lugar, haber organizado y aceptado una presencia masiva en los programas del duopolio televisivo, conociendo la brutal asimetría en la formación de la opinión de grandes masas, significa no tener una cultura democrática en donde se debe luchar para que la equidad entre candidatos sea respetada. Buscar hacer propaganda política con pretexto de dar a conocer una pretendida noticia diaria de algún acto de un político es violar la simetría indicada y, al mismo tiempo, ocultar gastos de propaganda bajo el rubro de dar a conocer a la población actos de gobierno para la información del ciudadano.
En quinto lugar, se manifiesta, una vez más, que la política es entendida como espectáculo (al decir de G. Agamben) y como propaganda publicitaria (inaugurada por un presidente cuya acción principal consistía en hacer propaganda sin contenido, ya que tenía experiencia como empresario, cuando cumplía la mera función de ser distribuidor de un producto inútil de una trasnacional como Coca-Cola), que cuenta, por desgracia, con la fácil complicidad del televidente que adormecido por la droga de la imagen televisiva cree que es realidad lo que la pantalla electrónica le presenta. Es un uso inmoral de una realidad ficticia, virtual, que permite obrar a la espalda de la población ante la cual se presentan hechos imaginarios como reales. Claro que llega el día en que el pueblo distingue entre la belleza, la alegría de la chispa de la vida de la imagen televisiva y la dureza, fealdad y dolor de la pobreza real cotidiana. En ese día surge el estado de rebelión del que ha sido engañado.
En sexto lugar, todo esto configura una situación de extremo peligro para el pueblo mexicano. El engaño de la imagen electrónica se transforma en un medio antidemocrático y autoritario, violento, cuando no hay una verdadera libertad de medios televisivos por medio de una competencia real, compartida, plural. El pacto del monopolio televisivo con Iusacell es un gesto más de un posible gobierno autoritario que contará igualmente con la complicidad del monopolio anti-democrático en la comunicación.
El movimiento estudiantil #YoSoy132 ha puesto el dedo en la llaga cuando se ha centrado en este último motivo de preocupación, que configura, como indicaba al comienzo, una situación de sumo peligro ante un posible gobierno autoritario y represor.
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