La capacidad de convocatoria en el DF mostrada en su cierre de campaña ayer por Andrés Manuel López Obrador es una hechura política indiscutible.
El tabasqueño logró una concentración popular sin precedentes en el zócalo de la Ciudad de México. Esa es una manifestación que ratifica su condición de ser uno de los líderes sociales más importantes de México, tal vez el primero de ellos.
Tuvieron que aglutinarse en su torno los representantes de la abigarrada figura de “corrientes de izquierda”, no todas leales al candidato presidencial de MORENA. Los líderes de las tribus y la masa crítica de los intelectuales que lo apoyan estuvieron en el mega cierre de campaña de Andrés Manuel López Obrador porque de otra suerte quedarían fuera del movimiento izquierdista más respetable que se haya dado en México desde hace décadas.
Los Chuchos o Movimiento Ciudadano ya no son nada en el espectro de los colectivos políticos del país sin estar al lado de Andrés Manuel López Obrador. Individualmente le ocurre lo mismo a los santones de los movimientos ciudadanos o líderes de opinión. Lo mismo para figuras como Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Miguel Ángel Mancera y muchos etc, que para intelectuales como René Drucker o Elena Poniatowska.
El músculo que mostró ayer en el Zócalo Andrés Manuel López Obrador abre la posibilidad de lograr la conformación de un gran partido político de izquierda que cancele, de una vez por todas, el colaboracionismo venal de tribus y membretes simulando la existencia de organizaciones políticas reales.
MORENA como partido político es la posibilidad más trascendente que haya tenido la izquierda desde hace ya mucho tiempo de tener un rostro principal ante la sociedad. Y MORENA es un trabajo político de Andrés Manuel López Obrador.
El PRD con los chuchos; Movimiento Ciudadano que solo existe en la parcela veracruzana de Dante Delgado y el PT de Alberto Anaya que es el partido izquierdista que mayor lealtad ha mostrado a MORENA, ya hace años que dejaron de ser un equilibrio social entre el poder y los grupos emergentes de la nueva sociedad mexicana.
Las encuestas, aunque ahora traten de ser denostadas, que no ignoradas, por los políticos que no se ven favorecidos con ellas, prefiguran que a pesar de la fuerza social indiscutible de López Obrador, no logrará ganar las elecciones del 1 de julio próximo.
Queda claro que los mitos que le sobredimensionaron al tabasqueño de rencoroso, mesiánico y absolutista han sido superados por su tenacidad política y SU CAMBIO DE ACTITUD.
Ayer dijo que no traicionaría a México. Y la autoridad moral que le respalda para afirmar lo anterior radica en su personal honestidad, no en el respaldo de los partidos que lo registraron como su candidato.
Y no traicionar a México en estos momentos significa dejar de lado las obsesiones personales y comprometerse a seguir representando los intereses de grupos marginados socialmente que existen en todos los rincones de nuestra geografía.
Ayer Andrés Manuel López Obrador se consolidó como líder social de las causas y desigualdades de muchos mexicanos. Pero igual ya nadie discute que es el único líder respetado de la izquierda política en México.
MORENA debe convertirse ya en partido político. Es la única posibilidad, visible en lo inmediato, de una izquierda competitiva al reconvertido PRI que ha caminado con éxito, bajo la figura de Enrique Peña Nieto, de ser un partido de grupos y camarillas, a convertirse en una organización más cercana a sus orígenes que fueron, igual que los que ahora tiene MORENA, que buscaban reducir desigualdades sociales y marginalismos en México.
El PAN tardará años en recuperarse del descrédito social en que lo sumieron Fox y Calderón.
MORENA es la alternativa.
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