El lunes 12 de abril titulamos el Itinerario Político como hoy; “Paulette tira a Peña Nieto”. Planteamos la hipótesis de que el escándalo “Paulette” parecía destinado a convertirse en el más duro golpe a la imagen y popularidad del aventajado presidenciable. ¿Por qué la hipótesis?
Porque si bien Peña Nieto no es culpable de las incapacidades de su procurador —a pesar de que es responsable de nombrarlo—, sí es aval de los resultados de la gestión —buena o mala—, de Alberto Bazbaz. Desde aquel 12 de abril era evidente la impericia de Bazbaz, pero también la arrogancia del gobernador mexiquense, que no sólo se negó a despedirlo sino lo obligó a una conclusión que nadie creyó; el accidente de Paulette.
Aquel 12 de abril señalamos que un presidenciable aventajado como Peña, no podía dejar su imagen, popularidad, credibilidad y confianza, en manos de un burócrata torpe como Bazbaz; y que más allá de que Peña Nieto lograra la candidato presidencial o ser presidente, los ciudadanos ya no quieren gobiernos incapaces de resolver escándalos como el de Paulette, y menos a servidores públicos ineficaces como Bazbaz. Por eso la duda: “¿Escuchará Peña Nieto a los ciudadanos, o se comportará con la arrogancia del viejo PRI. Al tiempo”.
Para algunas y algunos opinantes, era “una conspiración de los columnistas” la hipótesis de que el escándalo Paulette se convertiría en el más severo golpe a la imagen y popularidad de Peña Nieto. Lo cierto es que hoy el mandatario mexiquense vive la mayor crisis de descrédito y rechazo —luego de una larga luna de miel—, además de que se exhibió no como el político moderno que muchos creían, sino como heredero del más rancio priísmo. El caso Paulette y el tiempo mostraron que Peña Nieto porta la misma genética del viejo PRI.
Y es que sólo así se explica la torpeza de nombrar a Bazbaz como procurador, la arrogancia de sostenerlo a pesar de su probada impericia; la insensibilidad de empujarlo al acto supremo del suicidio político —al avalar un accidente donde nadie lo ve—, y la grosera conclusión de la “degollina”, al convertirlo en chivo expiatorio de una barbacoa en la que se cocinan juntos Peña Nieto y Bazbaz.
El gobernador mexiquense nunca entendió --y menos aplicó--, bondades del viejo PRI; como la máxima de que “en política lo que parece, es”, o el igualmente sabio: “si quieres que nadie se entere, no lo hagas”. Se engolosinó con los cuernos de la luna de la popularidad. El PAN y el PRD se empañan en tirar a Peña Nieto. Lo que no saben es que se cae solo.
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