martes, 11 de mayo de 2010

Calderón, el antiseductor

Calderón, el antiseductor

Federico Arreola Envía.11 de Mayo, 2010 - 08:54 | 70 comentarios
Si Barack Obama es el político seductor por excelencia, no hay duda de que la etiqueta que le queda a Felipe Calderón es la de “antiseductor”.


Eso lo entendí leyendo un capítulo del libro “El arte de la seducción” de Robert Greene.


Dice el autor: “Los seductores te atraen por la atención concentrada e individualizada que te prestan. Los antiseductores son lo contrario: inseguros, ensimismados e incapaces de entender la psicología de otra persona; literalmente repelen”. Claramente es el caso de Calderón. Ya hasta me da pena este hombre.


Cito de nuevo al señor Greene: “Los antiseductores no tienen conciencia de sí mismos, y jamás reparan en cuándo fastidian, imponen… Los antiseductores pueden adoptar muchas formas y clases, pero casi todos comparten un atributo, el origen de su fuerza repelente: la inseguridad”. Calderón, sin consensarlo con nadie ni dentro ni fuera de su partido, excepto con sus subordinados de siempre, lanzó al país a una guerra absurda, ya perdida por la sociedad mexicana, contra las bandas del narcotráfico. Lo hizo simplemente por inseguridad, consciente de que no era aceptado por los millones de mexicanos indignados por el fraude electoral de 2006.


En el análisis, Greene apunta que “sus necesidades, sus ansiedades, su apocamiento los cierran. Interpretan la menor ambigüedad de tu parte como un desaire a su ego”. Por eso ha habido tantos ataques contra la prensa libre en el período de Calderón, el más lamentable y conocido, el que puso fuera de W Radio por presiones del gobierno a la periodista Carmen Aristegui.


“Parece fácil: los antiseductores repelen, así que son repelidos: evítalos. Desafortunadamente, a muchos antiseductores no se les puede detectar como tales a primera vista. Son más sutiles, y a menos que tengas cuidado te atraparán en una relación muy insatisfactoria”. Los panistas actualmente arrepentidos no entendieron, en su momento, la clase de persona que era el candidato presidencial Felipe Calderón.


Hay varios tipos de antiseductores y en todos encaja Calderón.


Uno de ellos es llamado por Green El Bruto: “Si la seducción es una especie de ceremonia o ritual, parte del placer es la duración: el tiempo que tarda, la espera que intensifica la expectación. Los brutos no tienen paciencia para esas cosas. Les interesa su placer, no el tuyo”. Por eso Calderón no planeó tomándose todo el tiempo que resultaba necesario su combate al narcotráfico, por eso no preparó, no concientizó a la sociedad ni a los políticos y tal vez ni siquiera a las fuerzas armadas. Calderón necesitaba un golpe de impacto que le diera popularidad y que le ayudara a legitimarse, y a tontas y a locas lanzó al Ejército al frente de batalla. Tres años después, el resultado es el caos.


Otro tipo de antiseductor es El Moralizador: “La seducción es un juego, y debe practicarse con buen humor. En el amor y la seducción todo se vale; la moral no cabe nunca en este marco. Pero el carácter del moralizador es rígido. Se trata de personas que siguen ideas fijas e intentan hacer que te pliegues a sus normas”. Con la única consecuencia de haber dividido todavía más a los mexicanos, el gobierno de Felipe Calderón ha insistido en combatir el aborto y los matrimonios gay, lo que ha hecho nada más por fanatismos ideológicos.


Un antiseductor más es El Vulgar: “Los vulgares no ponen atención en los detalles, tan importantes en la seducción. Puedes comprobar esto en su apariencia personal —su ropa es de mal gusto desde cualquier punto de vista…”. Basta en este punto recordar la gorra y el traje de general que usó Calderón, y que le quedaban muy grandes, cuando anunció que México entraba en guerra contra las mafias. Todavía le agradecen el detalle los moneros de El Chamuco.


Según Robert Greene, “tratar con un antiseductor no es placentero ni provechoso”. Ojalá que los mexicanos aprendamos la lección.

El problema es que, por supuesto, los políticos seductores no son necesariamente buenos gobernantes. Los hay muy inteligentes y serios como Barack Obama y el español José Luis Rodríguez Zapatero. Pero no me parece buena idea llevar al poder a una caricatura de Mauricio Garcés como don Enique Peña Nieto, ni siquiera por lo bien que posa al lado de su novia, La Gaviota.

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