miércoles, 5 de mayo de 2010

Me atacó la nostalgia ...Víctor Hernández

El lunes pasado Andrés Manuel López Obrador visitó el Foro Social Mundial que desde el Zócalo capitalino ofrece mesas de trabajo, debates y bastante información sobre los movimientos que alrededor de América Latina y Europa buscan sin descanso cambiar definitivamente el rumbo que lleva la política social en muchos países subdesarrollados.

No quiero escribir sobre el discurso del Presidente Legítimo, otros medios ya lo hicieron. En cambio quisiera describir lo que sentí ese día en ese lugar.

Tengo el HONOR de colaborar en el equipo de Logística de Andrés Manuel desde hace más de 7 años. El destino me trajo hasta la oficina de Nicolás Mollinedo y mi trabajo me mantiene junto a ellos hasta ahora.

Los primeros días que acompañé al entonces Jefe de Gobierno a los diferentes eventos no sabía que hacer, no entendía cuál era realmente mi trabajo. Nunca había estado rodeada por tanta gente, ni sabía lo que Andrés Manuel producía en ellos. A él no le gustaba que mis compañeros se acercaran mucho pues los confundían con escoltas, así que al principio estaba yo sola entre abrazos, besos y empujones.

A veces le ayudaba con las notas, otras le abría paso entre las señoras que querían saludarlo de cerquita. Cuando el Centro Histórico estaba en plena remodelación caminabamos por entre las calles de terracería revisando que todo marchara bien y sin problemas íbamos y veníamos sobre Madero y 5 de Mayo. El gusto me duró poco.

Su popularidad creció y creció, la gente cada vez se le acercaba más y los paseantes y vecinos salían de todas partes para saludarlo o agradecerle su trabajo. Muchas peticiones, bendiciones y hasta declaraciones de amor varias abuelitas (incluyendo la mía). Llegó el día en que fue imposible terminar el recorrido y el famoso Tsuru blanco llegó al rescate. Todos respiramos con alivio.

Así fue cómo el equipo creció. Las “gacelas” me rescataron.

Luego el Desafuero, la precampaña, la campaña y los 2456 municipios. Necesitaría mil columnas para describir aquellos momentos.

El lunes en especial sentí que por un momento regresaba a nuestros tiempos en el Centro. Cuando todo era más sencillo, cuando no había guerra sucia ni traidores a la vista. Cuando Andrés Manuel de propia mano entregaba tarjetas a los viejitos y casas a los más desprotegidos. Cuando los Empresarios no sentían ese miedo absurdo y López Dóriga y Brozo morían por entrevistarlo.

Hay mucho que hacer, que construir. Pero no puedo evitar sentir este hueco inmenso en el corazón cuando pienso en el bombardeo de mentiras y calumnias que le dirigen los ignorantes.

¿Es válido experimentar por un instante desánimo ante tanto odio?

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