sábado, 1 de mayo de 2010

(((Por ahora sí es posible ...Polimnia Romana)))

La Minera México, que extiende sus tentáculos por América del Sur, específicamente en Perú, se comporta de distinta manera ante el reclamo de la gente que se organiza y reclama sus derechos. A diferencia de lo que hace en México con el apoyo del gobierno usurpador, en Perú está obligada a respetar la letra de la Constitución de ese país y limita su voracidad.Aquí, la minera se intromete en asuntos jurídicos, que deberían corresponder sólo a las autoridades, para imponer su voluntad y decidir el destino de los mineros agremiados legalmente en un sindicato. Allá no sucede lo mismo con estos empresarios abusivos, los pobladores de los lugares donde intentan explotar minerales no permiten el deterioro de su medio ambiente y sólo bajo un acuerdo entre comunidad y gobierno se entregan concesiones. Y no es que aquí falte organización o que los pobladores y trabajadores desconozcan sus derechos, sencillamente, en México no se respeta la Constitución. Los primeros en violarla son los funcionarios corruptos, como el secretario del Trabajo, que se puso al servicio de la minera, Desde luego que Lozano cuenta con el apoyo del gobierno en esta tarea de defender a Larrea, cualquier intento de los trabajadores por defender sus derechos será sofocado por el Ejército y las policías federal estatal, encargados de reestablecer el orden y cuidar la seguridad nacional mediante el asesinato de civiles que son considerados de antemano como daños colaterales de la guerra contra el narco. A simple vista la tienen muy fácil empresarios y gobierno pero las heridas que están causando a la sociedad, a las pequeñas comunidades y a los trabajadores explotados, tarde o temprano tendrán que revertirse. Por ahora y aquí, sigue siendo posible imponer las reglas sin importar el deterioro ambiental y la violación de los derechos sindicales que han costado sangre.Por ahora y aquí, sí es posible el enriquecimiento de empresarios y gobierno porque tienen la fuerza bruta de su lado.Sin embargo, hay otra fuerza que empieza a calentarse desde abajo, en lo más oscuro de las minas, de los centros de trabajo, de las plazas públicas, de las aulas, de los campos y caminos olvidados. Es la fuerza de una voluntad popular que tiene el derecho inalienable de cambiar la forma de gobierno y su destino. Por la consolidación de esa fuerza seguimos de pie los que no hemos perdido la esperanza

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