lunes, 5 de julio de 2010

La justicia --- Bernardo Bátiz V

Hay una especie de epigrama que con frecuencia digo a quienes acuden a pedirme consejo jurídico, para que estén enterados de lo azaroso que es acudir a las autoridades judiciales a solicitar justicia; el epigrama pinta cual es la verdadera situación de la impartición de ella, no en México, como repiten algunos acomplejados, sino en el mundo entero.

Dice así: Para justicia alcanzar / tres cosas ha menester: / tener la razón, saberla pedir / y… que te la quieran dar.

Lo recordé con motivo de las resoluciones de la Suprema Corte en los casos de los presos de San Salvador Atenco, estado de México, y de los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro. En un caso se alcanzó la justicia, con dificultad y después de un largo y tortuoso camino procesal, en el que hubo que vencer la resistencia e ineficacia de las autoridades del estado de México, que acusaron y condenaron a participantes en una movilización en defensa de la tierra y de la misma existencia de su comunidad.

Los trataron como si fueran una banda de secuestradores y criminales de la peor ralea y finalmente los sentenciaron a decenas de años, en algunos casos más de cien, que equivalen en la práctica, a prisión de por vida o cadena perpetua, pena tan alta que algunos legisladores despistados, pensando en quedar bien con sus electores, han aprobado en legislaciones locales y federales. Lo que se pretendía en el caso de este antiguo y valiente pueblo del estado de México no era suministrar justicia, sino venganza contra quienes, desde abajo, defendían lo suyo con desesperación y a veces, ante la cerrazón y el cinismo, con violencia.

La razón de los apresados en Atenco era tan clara que finalmente fueron escuchados y absueltos de cargos injustos. Qué bueno.

Los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas no han tenido esa suerte; tienen la razón, como dice el epigrama, la han sabido presentar mediante buenos abogados ante los tribunales, pero no se ha querido darles la razón.

Ciertamente, en cada caso que se plantea ante un juez hay al menos dos partes que tienen intereses encontrados y que pretenden ambas tener la razón de su lado. Al final, una quedará satisfecha con el fallo y la otra frustrada por perder el litigio de que fue parte; cuando los jueces son serios y convencen, ninguna de las dos partes podrá reclamar parcialidad o incapacidad. En México, es innegable que se ha avanzado en este campo, tanto en el Distrito Federal como en los tribunales de competencia federal, los locales para administrar justicia son decorosos, amplios y limpios; hace años que se abandonaron los edificios antiguos, algunos muy hermosos, pero improvisados de oficinas donde había muebles viejos y estantes desvencijados y hacinamiento de folios, expedientes y polvo.

También nos topamos hoy con una mejor preparación en los impartidores de justicia, que están constantemente en conferencias, foros y cursos de actualización; en especial cuando hay nuevas reglas que es necesario estudiar; abundan hoy entre los jueces y magistrados las maestrías y doctorados en derecho.

El punto débil, como se demostró en el caso Atenco, es que superviven jueces de consigna, que olvidan o renuncian a la independencia que deben tener; no se deciden a cambiar y, con temor reverencial al gobernador, resuelven como éste les insinúa, les pide abiertamente o en el peor (o mejor) de los caos, sentencian pensando en congraciarse con él. Casos similares podemos encontrar en muchas de las entidades que conforman la Federación.

Eso que se ve menos cada vez, pero que persiste, aunado a la falta de ética y a la impericia de muchos litigantes, complica las cosas para los pobres justiciables, como se ha dado en llamar a las partes en los procesos. A pesar de todo, casos como el de Ignacio del Valle y sus compañeros de lucha, primero, y luego de prisión, dan satisfacción y dan un respiro, nunca es demasiado tarde cuando se hace justicia.

Como dice el epigrama, no basta tener la razón, se requiere un planteamiento correcto, diligencia y actividad del profesionista del derecho que representa a los particulares; tener la razón y saberla pedir, a través de buenos abogados, da gran ventaja a quienes solicitan justicia; sin embargo, para alcanzarla plenamente, es indispensable que los jueces quieran otorgarla, no a su capricho, sino con base en las leyes vigentes y con libertad e independencia de criterio.

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