martes, 12 de junio de 2012

Urgente que el PRI y EPN frenen la violencia de sus seguidores-- HÉCTOR PALACIO

Es urgente que el Partido Revolucionario Institucional y su candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, detengan la ola de violencia que empieza a tomar vuelo dentro de sus filas, entre sus partidarios, ya sea de manera espontánea o propiciada, organizada, “porril”.

Desde que la juventud mexicana a través de sus estudiantes despertara en aquélla célebre sesión del “desenmascaramiento” de Peña en la Universidad Iberoamericana, una y otra vez, tanto en los estados como en la ciudad de México, grupos de priistas agreden violentamente a quienes del otro lado se manifiestan en todo su derecho de manera pacífica, a quienes no comparten sus gustos o criterios políticos.

Existen múltiples evidencias en video y reportes periodísticos desde Colima al Estadio Azteca, pasando por la ciudad de México. Indignantes agresiones tanto verbales como físicas.

Si el PRI y EPN no detienen a los agresores, si no hacen un llamado a la calma de sus partidarios, si no atajan a quienes en el interior de su organismo planean y promueven este tipo de acciones –tradicional porrismo priista, como el cínicamente exhibido en el Estadio Azteca-, estarán confirmando lo que estos actos expresan: El PRI autoritario de siempre, el violento enemigo de la democracia. El que Peña Nieto llevaría al poder (retornaría), en caso de ganar la elección.

Por otro lado, López Obrador deberá hacer el clásico llamado a sus seguidores, y en general a los ciudadanos, para no caer en la agresión, en la provocación. Que continúen con más fuerza y voluntad que nunca con su participación, pero sin abandonar el impulso pacífico que les caracteriza y que tanto bien hace a la democracia.

Una cosa sería que los priistas se manifestaran sosegadamente, muy otra que pongan en peligro el proceso electoral por su empeño intolerante y violento. Es natural que les duela el descalabro político padecido constantemente por Peña a lo largo del país, ya se trate de manifestaciones estudiantiles o ciudadanas en su contra, o de “acarreados” abandonando sus mítines, o que el otrora inmutable candidato se vea demacrado y envejecido como resultado de la campaña y la crítica, o que ya no se muestre como el supuesto estadista frente a la cámara de tv; o peor, el que las encuestas lo registren en caída constante. Pero ello no les da el derecho de agredir a quienes se manifiestan pacíficamente en contra de su adversario que no enemigo político, así como a favor de su favorito. Les duele sobre todo porque ya daban por sentado que su candidato “estrella” llegaría a la presidencia. Uno de los problemas de fondo es que el toque inicial de ese dolor y esa voz intolerante, provino del mismísimo presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, quien descalificara a priori a los jóvenes de la Ibero como “un puñado de infiltrados”. Es decir, la resonancia, los ecos del autoritarismo son más que eso, que mero eco y resonancia, se han estado perfilando hasta ahora como una realidad nunca ida, agazapada, en espera de la vuelta al máximo poder.

Sean pues, señores del PRI, responsables. No exhiban el peor rostro por cual se les ha conocido en el pasado y al que teme y repudia la ciudadanía que ha optado por la democracia: Ya saben a cual me refiero, al de los 70 años.

Aquí el video de la agresión de un grupo priista en la estación del metro Revolución la noche del 10 de junio de 2012: http://www.youtube.com/watch?v=trRc1A4SeRM&sns=fb

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