jueves, 6 de mayo de 2010

Editorial EL UNIVERSAL El Presidente y la crítica

La madurez de una sociedad se mide por la amplitud de su debate, la riqueza de sus argumentos y la inteligencia de su crítica. Sólo en la pluralidad de voces puede un país avanzar hacia una democracia regida por los muchos e incluyente con todos. La única crítica que nunca debe permitirse, máxime si proviene del jefe del Estado, es aquella que anula a las demás sólo porque no aceptan la versión oficial.

Un sano debate implica también un talante tolerante y sereno en la respuesta, por ello no cabe en el siglo XXI denostar los disentimientos únicamente por serlos, como tampoco es constructivo atacar al emisor en vez de a sus argumentos, estigmatizándolo de catastrofista, traidor, o incapaz de ver los logros ajenos.


Las críticas del presidente Felipe Calderón hacia quienes desde los medios de comunicación cuestionan el trabajo de las fuerzas de seguridad aparecen en esta categoría. De tiempo atrás el mandatario manifiesta su inconformidad porque los periodistas, considera, no valoran el esfuerzo y los logros de su gobierno en la lucha contra el crimen organizado. Quizá tenga razón, pero en vez de presentar las cifras y los argumentos que rebatan las visiones pesimistas, opta por descalificar a los emisores.


No se pretende aquí criticar al Presidente por su crítica. De hecho, los medios de comunicación y los profesionales que allí trabajan también deben ser sujetos de escrutinio público. ¿Se cometen errores en la prensa nacional? No hay duda. Apenas hace dos días en este espacio subrayamos la necesidad de cuestionar si es correcto lo que hacemos en las salas de redacción frente a la información sobre las mafias. Sin embargo, eso es diferente a denostar a los periodistas sólo por el hecho de que critican la labor de nuestras fuerzas de seguridad, porque ellas también cometen errores y si nadie lo señala, lo seguirán haciendo.


A nuestro país le urge más conversación, no aceptación silenciosa, más análisis y menos imposiciones. El debate en la opinión pública, en ocasiones rijoso y desbordado, es siempre preferible por sobre los monólogos oficiales otrora tan frecuentes en el país.


Ni crítica ni oposición podría ser el resumen del mensaje presidencial frente a los argumentos en contra de la forma en que se combate al crimen. Pierde de vista que no hay mejor forma de atacar a la delincuencia organizada que con una sociedad convencida de respaldar a sus autoridades y eso sólo se puede lograr cuando los gobiernos tienen, ante los denuestos, una actitud de diálogo sereno y respetuoso. De eso se trata la construcción de Estado.


En la empatía y la capacidad de escucha se encuentra la clave para unir voluntades frente a los verdaderos enemigos de todos: los secuestradores, los sicarios, los contrabandistas, los traficantes, los rateros y demás individuos que agradecen que la sociedad y sus autoridades estén más ocupados peleando entre sí.

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