martes, 7 de junio de 2011

Ciudad Perdida-- La amenaza azul-- Discurso con olor a muerte-- Miguel Ángel Velázquez

Nada. Ningún discurso, ni la amenaza más cruel o la mentira más atroz podrá revertir la imagen que hoy se tiene del panismo en la ciudad de México.

Sólo una figura puede ser más deleznable que la del panismo, se llame como se llame su posible candidato a la jefatura de Gobierno: la de los chuchos. Y sólo una imposición perredista que hiciera candidato, por ejemplo, a Carlos Navarrete –distinguido miembro del chuchismo– pondría en peligro un triunfo perredista en la capital.

El pasado fin de semana, los azules amenazaron una vez más a los habitantes del DF. José Luis Luege y Federico Döring –vaya pareja– se reunieron para hacer público su deseo de gobernar la capital del país con el timón de la derecha, que ya ha demostrado con la ignorancia de Vicente Fox y la saña de Felipe Calderón, hasta dónde se puede destruir un país cuando se cuenta con el miedo de los electores y la complicidad de los organismos encargados de validar las votaciones.

En cada partido político se incuba a quien podría competir por el gobierno de la ciudad más importante de México, y aunque todavía, oficialmente, no termina de nacer, es bien claro que ya está en campaña.

Beatriz Paredes manda comunicados a las casas de los votantes; el PT y Convergencia se adelantan y promueven la figura del senador Ricardo Monreal; Carlos Navarrete supone que en el DF hay lugar para un chucho y confía, dicen los menos, en el apoyo de la cúpula perredista para cumplir la amenaza de ser candidato; en la corriente que encabeza Marcelo Ebrard, Mario Delgado, Alejandra Barrales y Miguel Ángel Mancera se dejan ver para manifestar abiertamente sus apetitos, y en el perredismo tradicional Martí Batres, Benito Mirón y Armando Quintero no se arredran ante las embestidas de los otros.

Pero en el panismo todo huele a los muertos de la guerra contra el narco, a desempleo, a mineros podridos en las entrañas de la tierra, a la inequidad en los servicios de comunicación por televisión, a desastre, a gobierno fallido. Nada que recomiende al elector buscar que los azules lleguen al gobierno en la ciudad de México.

Por eso, cuando se reúnen los panistas no nada más a mostrar sus ambiciones, sino a criticar al gobierno local, parecen ciegos, enfermos que engañan su realidad y buscan que alguien mire sus fantasías. Montan la farsa, pero prometen lo mismo: la combinación de ignorancia y saña, ahora en el DF.

Uno a uno, o de dos en dos, los panistas desfilarán frente a cierto grupo de ciudadanos, a quienes contarán lo mal que va el gobierno de Ebrard, sin tocar que sus gobernantes han destruido buena parte de este país. Así buscarán colocarse como posibles candidatos azules para el DF, pero, ¿de verdad habrá quien les crea?

Sin matices, en el panismo ya no hay promesa que valga, y tal vez sus amenazas no sean efectivas, pero de cualquier forma el destino de quienes busquen competir por el DF tendrá que ver con las decisiones que se tomen en el PRD. Un resbalón puede costar el gobierno, sin duda.

De pasadita

La Suprema Corte decidió que las condiciones que pretendía imponer el gobierno de la ciudad a quienes busquen crear partidos políticos no son válidos, constitucionalmente hablando, y echó por tierra lo que se configuró como un nuevo Código Electoral para el DF.

Uno de los más grandes problemas que entraña el quehacer político actual es, sin duda, la perversión de sus fines por los millones que les otorga la ley, en eso que para algunos es cuestión de democracia. A fin de cuentas ni hay elecciones limpias ni financiamientos parejos, ni mucho menos fallos legales justos, pero eso sí, hay políticos ricos, muy ricos, y electores pobres, cada vez más pobres. ¿Para eso se da la oportunidad a la creación de más partidos políticos? Felicidades, señores ministros.

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