“Una recuperación estadística pero una recesión humana”: así sintetizó en Davos el inefable Larry Summers la situación que vivía Estados Unidos al despegar el año. Hoy, luego de la reunión primaveral del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, sus jerarcas nos confirman que vivimos y viviremos un mundo peligroso, mientras asistimos al terremoto europeo desatado ahora en Grecia pero evidentemente alojado en el eje volcánico de unas finanzas cuya economía política no parece tan sólida como antes. Sin una solidaridad a la altura de las presunciones de la Europa unida, el continente se remueve ante la conciencia de unas fisuras en su organización que más bien recuerdan las fallas geológicas que las crisis latinoamericanas de los años 80 del siglo pasado hicieron célebres.
La perspectiva europea alerta al más pintado y plantado y el gobernador Carstens no se ha quedado atrás al advertir sobre sus posibles reverberaciones, mientras convoca a gestar una mayor credibilidad en Banxico como magno timonel de la estabilidad y la contención inflacionaria. Uncidas las agencias económicas y financieras del Estado a la busca del tesoro perdido, esta vez el de las percepciones que desvelan al gobierno, les resulta en extremo difícil atender y registrar otros aspectos de la realidad que, al conjugarse y “desenrollarse” pueden poner en aprietos no sólo la credibilidad reclamada por el ex secretario de Hacienda sino la pretensión gubernamental de alcanzar cuanto antes una nueva plataforma de entendimiento con la sociedad, las familias que la constituyen, y las fuerzas organizadas que pueden darle sentido.
Para celebrar el Día del Niño, los diputados hacen memoria y dan lugar a sus nostalgias, pero dejan de lado la cruda situación de que nos informan el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social y la el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Según la representante en México de este fondo, Susana Sottoli, “.3 millones de niños no asisten a la escuela, mientras se desconoce el número de menores que carecen de registro oficial, incluyendo acta de nacimiento”. Para la señora Sottoli, estos niños “forman el sector invisible de la población… porque al no tener un acta de nacimiento no existen” (El Universal, 30/04/10, p.1).
Por su parte, el Coneval reporta que “la población de 0-17 años que se encuentra en situación de pobreza es de 20.8 millones, de los cuales 5.1 millones están en pobreza extrema” (Ibíd.).
Por más que se empeñan, los funcionarios federales no consiguen convencer a nadie de que la recuperación incipiente podrá ser del todo distinta a la pauta que se impone en Estados Unidos y Europa: una reactivación de la actividad productiva y los negocios sin una disminución significativa en los niveles de desempleo que produjo la crisis desde 2008. Además, como advirtió el apenas estrenado gobernador del banco central, todavía está por verse lo que ocurrirá en Estados Unidos una vez que empiecen a retirarse los estímulos fiscales desplegados para evitar que la “Gran Recesión” se volviera catástrofe. Mucho, pues, queda por vivir y sufrir antes de que el mundo pueda presumir de que la tormenta casi perfecta que estalló en Wall Street quedó en efecto atrás. Mientras esta hora nos llega, lo que nos ofrece el teatro de este mundo convulso y hostil es una lucha portentosa entre los poderes enfeudados en la alta finanza, todavía articulados por la calle de las fantasías y la codicia, y la coalición encabezada por Obama que busca sentar las bases para que lo ocurrido y lo anunciado el año pasado no se repita, no al menos de la manera alevosa e impune como pasó.
Con un mercado de trabajo a la deriva a la vez que colapsado, apoderado el subempleo del destino de la mayoría y, en especial, de las mujeres que acusan la mayor fragilidad y precariedad imaginables, los jóvenes que dejan de ser niños antes de los 17 porque no les queda otra, dibujan el escenario desolado de la pérdida precipitada de expectativas con que acompañan a muchos de sus padres, para construir un cuadro de extrema gravedad y peligro inminente. Sus colmillos se han asomado con la violencia criminal exacerbada en las últimas semanas, en la cual aparecen siempre como protagonistas a menudo estelares, los jóvenes que han sepultado el “bono demográfico” en el que Fox y sus grotescos ensueños abrevaban sin caer en cuenta que debido precisamente a sus políticas con los días y los años se convertía en un amenazador pagaré social convertido en deuda mayúscula por la recesión actual y el “estancamiento estabilizador” que la antecedió.
La fractura está hecha y puede resultar simplemente suicida tratar de enmendarla con recetas de cocina o parches milagrosos. Una convocatoria para sacar cuanto antes a los niños del pozo miserable donde están, podría ser una iniciativa que unificara a muchos y coadyuvara a despejar las ecuaciones y desatar los nudos ciegos que mantienen al Estado y a sus dirigencias, en el gobierno o en la oposición, pasmados, cuando no postrados ante la flagrante muestra de sus omisiones y cobardías.
Sólo a partir de enfoques que emanen de este laberinto de nuestra desigualdad privilegio, podremos encontrar la llave maestra para reformar el Estado y la política. Porque para emprender ambas tareas se requiere primero de un poco de pudor y un mucho de vergüenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario