domingo, 4 de julio de 2010

Elecciones pánicas---Álvaro Cueva



¿Usted no se siente medianamente ridículo jugando a las elecciones este domingo 4 de julio?

Hoy no se va a elegir gobernador en estados como Tamaulipas, Oaxaca, Puebla y Veracruz, hoy vamos a ver si gana el PRI, si se castiga al partido de Felipe Calderón y si funcionan las alianzas electorales por más contradictorias que parezcan.

Y eso no es ejercer la democracia, eso no es decidir un futuro, eso no es escoger entre varios planes de trabajo.

Eso es hacerle el caldo gordo a un puñado de políticos a los que sólo les interesa el tema del poder. Eso es apoyar, impedir, especular.

Por tanto, da lo mismo quién gane. Al final, después de las irregularidades de rigor y de las mismas protestas de siempre, ninguna población de ningún estado de la República va a sentir algo parecido a un avance.

Por si esto no fuera suficiente, mexicanos de lugares como Sinaloa, Quintana Roo e Hidalgo van a ir a votar con el recuerdo de una larga lista de abusos cometidos durante las campañas, de situaciones insólitas para cualquier nación que aspire a llamarse democrática y con miedo.

Miedo a que les pase algo en el trayecto a las urnas, miedo a que los arrastre una ola entrando a las casillas, miedo a que les den un balazo mientras están depositando sus boletas.

¿Cómo se puede elegir gobernador cuando acaban de matar a uno de los candidatos? ¿Quién conoce realmente las propuestas y los estilos de todos los que están contendiendo por ese puesto?

¿Se va a votar por el hermano del muerto en una especie de solidaridad heroica? ¿Se puede votar en su contra sin sentir algo parecido a la culpa?

Esto ya parece concurso de mártires. En una esquina está el cadáver de Rodolfo Torre Cantú, y en la otra, el silencio alrededor de Diego Fernández de Cevallos.

¿Usted podría votar tranquilo así, después de ver a Felipe Calderón resolviendo en cuestión de días asuntos que misteriosamente no pudo resolver en años, como la tenencia y el pago de impuestos, o después de ver que a nadie se le hizo nada por los audioatentados que circularon por todo México?

No hay cerebro que pueda elegir fríamente un destino político cuando a la guerra oficial se le suma un montón de guerras no declaradas igual de ruidosas, igual de escandalosas.

Obviamente hay que votar, pero votar así no es agradable, no es como en otras ocasiones, cuando la sociedad esperaba que llegara ese día para cobrarle a la autoridad las cuentas pendientes.

¿Aquí, a quién le cobras sin premiar al que te debía antes? ¿A quién castigas sin premiar al que no quieres?

Todos se odian, pero al mismo tiempo todos están aliados. Es como si en estos comicios la opción fuera que no hay opciones.

No sé usted, pero yo jamás me había enfrentado a algo así. Mi costumbre era que, cuando se anunciaban a los ganadores, la gente salía a las calles a festejar.

Ahora, gane quien gane, si alguien tiene el valor de salir, va a ser para protestar, para bloquear calles, para hacer ceremonias “legítimas”.

Independientemente de la guerra contra el crimen organizado, urge que todas las partes del complicadísimo rompecabezas político de nuestra nación firmen un pacto para que esto funcione.

No puede ser que a estas alturas del sexenio, de la guerra, de la crisis y de todo lo que está pasando, para muchos sectores, Felipe Calderón Hinojosa siga siendo el enemigo.

Estamos en 2010. No puede ser que la preocupación más grande de nuestras autoridades y, en general, de toda nuestra clase política, sea ver qué partido se va a sentar en Los Pinos en 2012.

Hay un presente que tenemos que atender y al igual que nadie le garantizaba a la selección nacional un quinto partido en el Mundial de futbol, nadie le garantiza a ningún partido ni a ninguna persona que “ahora sí se va a poder” en las próximas elecciones presidenciales.

Probablemente usted sea un hombre o una mujer muy ecuánime, pero yo sí me siento angustiado, pero no por la suciedad que flota en el ambiente o por el bombardeo de noticias terribles que todos hemos padecido en los últimos días, sino porque tengo la impresión de que nadie quiere ver más allá.

Es ridículo jugar a las elecciones cuando no hay nada en el fondo, cuando carecemos de políticos comprometidos, de castigo severo y oportuno a quien comete un delito, cuando no tenemos un proyecto de nación.

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