En días recientes la directora del Banco Mundial para México y Colombia, Gloria Grandolini, desestimó el triunfal discurso del inquilino de Los Pinos (aquel de la franca recuperación y el crecimiento sostenido), porque simple y sencillamente no se ha logrado recuperar lo perdido en 2009. Fue de tal magnitud el desplome registrado, que no hay con qué tapar el cráter. No alcanza, pues. A pesar de ello, la representante del organismo financiero no se animó a ir más allá, con todo y el pésimo resultado económico y social reportado por los gloriosos (versión oficial) diez años de panismo instalado en la residencia oficial.
Desde luego que la funcionaria del Banco Mundial no reconoció nada que no sea cotidiano para el grueso de los mexicanos, nada que no padezca en carne propia esa mayoría, pero al final de cuentas sus palabras contribuyen a ubicar en su exacta dimensión la realidad económica nacional. A lo que no animó la señora Grandolini fue a reconocer que, si bien la crisis de 2009 contribuyó a que fuera aún más profundo, el citado cráter lleva años abierto y cuando menos cinco gobiernos al hilo haciendo su mejor esfuerzo para hacerlo mayor.
La representante del Banco Mundial lo dijo así: el crecimiento de la economía mexicana no ha sido suficiente para una recuperación completa de las consecuencias dejadas por la reciente crisis. No se ha logrado recuperar lo perdido en 2009. El crecimiento de la economía en 2010 no fue suficiente para compensar la pérdida generada por la crisis, (aunque) el actual no es un sexenio perdido en materia económica. No lo llamaría así. Lo que ocurrió en 2008 y 2009 fue algo inesperado. México sufrió más que otros países por el hecho de que Estados Unidos (el epicentro de la recesión mundial) sufrió mucho, y México sigue ligado muchísimo al ciclo en aquel país. Creo que en parte ese es el desafío en términos de aumentar el nivel de vida y el crecimiento” (La Jornada, Roberto González Amador).
Bien, diplomacia de palo y beso, pero difícilmente puede sostenerse que el de Felipe Calderón no sea un sexenio perdido. Los resultados ya conocidos (una tasa anual promedio de 0.8 por ciento en un cuatrienio, muy por abajo del crecimiento poblacional en el país) no soportan el mínimo piropo, por mucho que instituciones como el Banco Mundial hagan su esfuerzo para ser públicamente benevolentes con el calderonato. La perspectiva sexenal, en el mejor de los casos, incrementaría dicha tasa anual a 1.8 por ciento (2 por ciento como milagro), lo que se traduce en un comportamiento aún peor que el observado durante el primer inquilinaje panista en Los Pinos (el de Fox), con lo que –de alcanzarse la estimación más optimista– el resultado de esa década sería apenas igual (en el mejor de los casos, insisto) al reportado en la década perdida (la de los años 80).
A estas alturas ya no se trata de quedar bien con el inquilino de Los Pinos, no se trata de diplomacia de palo y beso, de querencia, amistades, afinidades o complicidades. El personaje es lo de menos. Lo que realmente está en juego es el futuro de un país y de quienes lo habitan, los mismos que a lo largo de tres décadas al hilo han visto cómo se deteriora, ostentosa y permanentemente, su bienestar y su perspectiva. Si el análisis del Banco Mundial, o el de cualquier otro –mortales incluidos– ofende al de la residencia oficial o manda defenestrar a sus críticos (en una práctica verdaderamente primitiva de quien la ordena y de quien la acata), pues que se ofenda y que se retuerza, porque lo realmente relevante es la viabilidad de México como nación, no el hígado del susodicho.
La señora Grandolini no se animó a decir en público que el de Felipe Calderón es un sexenio ostentosamente fallido (en lo político, lo económico y lo social), por mucho que los resultados lo documenten fehacientemente. Se entiende; la funcionaria del Banco Mundial hace su chamba y cumple con la directriz que para estos casos le marca la institución. Bien, pero es imposible documentar la realidad de un país con discursos políticamente correctos.
El ofendido cuan autoritario señor de Los Pinos insiste en que “México está en la ruta del crecimiento, porque cuenta con una economía sólida y fuerte, que ofrece condiciones para despegar… Hoy nos hemos recuperado y estamos de vuelta en la senda del crecimiento”. Que diga misa, porque hasta sus asociados y cómplices (no hay que olvidar que el Banco Mundial es una de las instituciones financieras internacionales que desde hace 30 años utilizan al país como laboratorio de sus políticas modernas, y allí están los resultados) le dicen, aunque muy diplomáticamente, que no, que de ninguna manera hay con qué tapar el cráter (y, sin voltear a ver el tiradero, la referencia se limita a la crisis de 2009).
Como se ha comentado en este espacio, en 30 años el país ha ido de mal en peor. En materia económica, por ejemplo, el balance es el siguiente: el último presidente de la Revolución (como José López Portillo se autonombró) dejó una tasa anual promedio de 6.55 por ciento; con Miguel de la Madrid esa tasa se desplomó a 0.34 por ciento; con Carlos Salinas subió a 3.9; con Ernesto Zedillo descendió a 3.5; con Vicente Fox se redujo a 2.3, y con el mismísimo Felipe Calderón (cuatro años después) se desplomó a 0.8 por ciento. La dupla Fox-Calderón, el panismo institucionalizado, prometió todo e incumplió todo. Logró lo impensable: otra década perdida para el país. En el periodo 2001-2010 el resultado económico fue desastroso: crecimiento anual promedio de 1.18 por ciento (hasta 2010), algo no registrado en 80 años. En la primera década perdida –los años 80– la tasa anual promedio de crecimiento fue de 1.9 por ciento, el peor resultado –hasta la llegada del panismo a Los Pinos– de la dictadura neoliberal mexicana.
Entonces, ¿sería tan gentil el Banco Mundial de explicar cómo un país que desde hace tres décadas mantiene una tasa anual de crecimiento de 2 por ciento (en el mejor de los casos) puede salir del hoyo, cuando lo mínimo que requiere para iniciar tal propósito es 6 por ciento anual, y al mismo tiempo, con la mitad de la población en pobreza, califica al gobierno de no fallido?
Las rebanadas del pastel
Dos frases, del mismo autor, para comparar con los hechos y brindar por la realidad: a) la criminalidad se ha erigido en una amenaza a la libertad de expresión; b) en mi gobierno no hay y no habrá nunca mordazas ni censura al quehacer periodístico (Felipe Calderón). Un solidario abrazo para Carmen Aristegui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario