Admiración, empatía y respeto son algunas de las emociones que despierta la lucha que representa la señora Isabel Miranda de Wallace, por lo que no es ni siquiera materia de análisis en este artículo, la valentía y fortaleza que ha demostrado esta mujer en el contexto de una desgracia que a todas las familias mexicanas interpela: la muerte de un hijo a manos de criminales sin escrúpulos.
Nadie puede dudar que la señora Wallace es una luchadora social, sin embargo es esa misma condición la que establece su statu quo frente a una sociedad que considera que el poder político en México es justamente parte de la estructura que los activistas ciudadanos denuncian y combaten.
En la mente del ciudadano común, ser un luchador social y a la vez un militante partidista, es una contradicción que, independientemente de la suspicacia que provoca, desacredita lo que de legítimo pudieran tener los reclamos que provienen desde esa lucha emprendida por quien reclama un país a la altura de las expectativas de sus ciudadanos.
En estos momentos, la señora Isabel Miranda de Wallace es la candidata oficial por el Partido Acción Nacional para contender por la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal[i] y este hecho despierta más preguntas que respuestas en un contexto político de frente a las elecciones presidenciales y la falta de cuadros de militantes competitivos en los partidos políticos en México.
- ¿Es condición sine qua non, militar en un partido político y pertenecer a la estructura que antes se denunciaba para propiciar los cambios que el país requiere en materia de justicia, equidad y seguridad, entre otros?
- Históricamente ¿a quién se ha demostrado que favorecen las políticas públicas que provienen de las iniciativas de los políticos de este país, a la ciudadanía o a sus propios intereses?
La candidatura de la señora Wallace tiene muchas lecturas. Tantas, como analistas escriben hoy día. Para quien esto escribe, significa que una activista social se dejó llevar por el canto de las sirenas y de paso, extravió el camino y perdió la credibilidad y la autoridad moral que su lucha le brindó al formar ahora parte de aquello que antes denunciaba precisamente por su incompetencia y complicidad ante las estructuras del crimen organizado.
Ella misma afirmaba[ii]:
“Yo no creo en la política en México. No creo que a través del sistema político que hay en nuestro país se puedan solucionar los problemas en materia de seguridad porque desafortunadamente el sistema no te lo permite. Por supuesto que hay gente muy valiosa, pero su trabajo se ve opacado por la corrupción de las instituciones”
Y respecto a militar en diferentes partidos políticos, sostuvo:
“Me vinieron a buscar y me quisieron lavar el cerebro de que los políticos reconocían que no podían con su trabajo, que necesitaban un candidato ciudadano para quitar del poder a esos dinosaurios. Yo les dije: ‘qué ganas de desprestigiarme, ¿yo qué les he hecho? Soy una persona con una buena reputación ¿por qué me quieren llevar a la política?´
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