viernes, 13 de enero de 2012

México SA-- Alimentos: coctel explosivo-- Realidad masacra discurso-- La mano que no tiembla-- Carlos Fernández-Vega

Del no toleraremos a especuladores ni acaparadores de alimentos y el no nos temblará la mano para castigarlos (Felipe Calderón y Bruno Ferrari dixit, respectivamente) a los hechos, hay un mundo de distancia. Es el machacón discurso oficial contra la tosca realidad –siempre vencedora, dicho sea de paso–, y como cada enero el secretario de Economía en turno (en esta ocasión el maestro en Ciencias del Matrimonio y la Familia) descarta un aumento generalizado en los precios de los productos básicos, con el de la tortilla en primer lugar. Eso dicen, eso repiten, pero como siempre realidad masacra discurso.

En la imaginaria, aunque tampoco sean la señoras de la casa (Peña Nieto dixit), bastaría que Calderón y Ferrari se dieran una vueltecita por los centros de abasto para certificar que sus dichos se encuentran a años de luz de la realidad, y que los especuladores y acaparadores están muertos de la risa con eso de la tembladera de mano y la no tolerancia. Si a ello se añade el gravísimo deterioro del campo mexicano y la terrible sequía que azota a buena parte de la República, entonces el discurso oficial ni siquiera sirve de papel de baño, por delgado, desgastado y nada resistente.

Como muestra, un botón. Sólo en los primeros 11 días del presente enero, el precio del kilogramo de tortilla reportó un incrementó promedio nacional de 4.15 por ciento con respecto al cierre de 2011, un aumento igual al autorizado al salario mínimo para todo 2012. Y esta información no proviene de especuladores ni acaparadores a punto de ser castigados por la mano que se niega a temblar, sino de la propia Secretaría de Economía a cargo del maestro en Ciencias del Matrimonio y la Familia.

En 2011, oficialmente, el índice inflacionario general aumentó 3.82 por ciento y 5.81 por ciento el correspondiente a la canasta básica. Son promedios de los promedios, porque productos fundamentales en la dieta del mexicano superaron con creces dichas cotas. Por ejemplo, hasta la primera quincena de diciciembre pasado, de acuerdo con el Sistema Nacional de Información de Mercados de la Secretaría de Economía, el precio del kilogramo de tortilla se incrementó 11.26 por ciento; 12.75 por ciento el de masa y harina de maíz; 17 el del arroz; 6.3 el del maíz blanco; 19.5 el del frijol negro; 21 el del garbanzo chico; 22 el de la alubia chica y 15 el de la lenteja chica; 8 por ciento la pieza de bolillo y 11 por ciento la de pan dulce.

Cuando se registraron todos esos aumentos de precios, nadie supo dónde estaban aquellos señores a quienes no les tiembla la mano ni toleran especuladores ni acaparadores, con todo y que éstos recurrentemente se sientan en la misma mesa de los funcionarios que pretenden tapar la realidad con discursos y dedo flamígero, y con ellos comparten el pan, la sal y otras menudencias. Muchos discursos, pero nunca se ve la mano que no tiembla. En el caso de la tortilla, por ejemplo, el precio promedio nacional del kilogramo en el primer año del calderonato fue de 8.69 pesos (cuando oficialmente era de 8.50); 12 meses después, en diciembre de 2008, se había incrementado a 9.21 pesos; al cierre de 2009 llegó a 9.66; en diciembre de 2010 a 9.98, y en igual lapso, pero de 2011, a 11.32 pesos. El 11 de enero de 2012 tal promedio fue de 11.79 pesos.

En Los Pinos y en la Secretaría de Economía por ninguna parte ven escalada de precios. Será cuestión de anteojos defectuosos, pero en la Cámara de Diputados encendieron los focos rojos: es importante mantenerse atentos a la evolución de los precios de los alimentos con el fin de advertir cualquier escalada de éstos por la creciente especulación de un desabasto de productos agrícolas y alimentos procesados derivados del maíz, trigo, soya y arroz, principalmente, es decir, productos básicos crecientemente de importación. Los precios de la canasta básica se mantienen por arriba del índice inflacionario general, producto de los aumentos de alimentos procesados como el pan que se come, tortillas y algunos cereales derivados del maíz y trigo.

En todo esto se combinan varios factores: la ceguera gubernamental, la creciente importación de alimentos (cotizados en dólares, cuyo precio ha subido con respecto al peso mexicano), abandono del campo, presupuesto limitado, veto presidencial a fondos de emergencia, sequías históricas en 21 estados de la República y heladas arrasadoras, entre otros. Con este explosivo coctel nadie medianamente enterado de la realidad puede siquiera suponer que no habrá escalada de precios, salvo, claro está, aquellos que no toleran ni les tiembla la mano.

Heladas y sequías, explica el Centro de Estudios de las Finanazas Públicas de San Lázaro, provocan la reducción de la oferta de alimentos nacionales y, en consecuencia, una escalada de precios de productos agrícolas, lo que explica el incremento importante en los precios al mayoreo de algunos granos y leguminosas. Paralelamente, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, la cosecha de granos en México observa una caída de 29 por ciento, es decir, 3.7 millones de toneladas menos, al pasar de 13 millones en 2010 a 9.2 millones en 2011, por lo que existe la posibilidad de que se pierda entre 60 y 65 por ciento de la cosecha nacional de frijol por las graves condiciones de sequía en Zacatecas, Durango y Chihuahua.

En términos absolutos, refiere el CEFP, el precio promedio del maíz blanco, producto básico en la alimentación de los mexicanos, se ubicó en 6 mil 300 pesos la tonelada en la segunda semana de diciembre pasado; 2 mil 400 pesos más que el precio promedio de igual periodo, pero de 2010. En el territorio nacional el precio de la tortilla sigue siendo afectado por la especulación de un desabasto de maíz, luego de la presencia de los diversos fenómenos climatológicos que ha provocado una reducción en la oferta de maíz de aproximadamente 4 millones de toneladas. La incertidumbre de desabasto, apunta, seguirá impulsando el problema de los precios altos en los alimentos, el cual podría agravarse en los próximos meses debido al escenario de volatilidad de los precios internacionales y por los fenómenos climatológicos como heladas atípicas, las inundaciones por lluvias, el periodo de sequías prolongadas que ha generado una caída importante en las reservas de agua de las presas agrícolas.

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