domingo, 19 de diciembre de 2010

Bajo la Lupa-- Efecto Bric: se acercan el dragón y el elefante-- Alfredo Jalife-Rahme

India, con su creciente economía, se ha vuelto el país más seductor del planeta en la fase del incipiente nuevo orden multipolarFoto La Jornada

¿Se trasladó el centro de gravedad de la confrontación en el Golfo Pérsico –por el control del petróleo global de tres administraciones de Estados Unidos durante 20 años (Clinton, y el nepotismo de los Bush: Daddy y Baby)– al océano Índico, nuevo enfoque de la fase de transición geopolítica de Obama, para intentar detener a China?

La respuesta radica tanto en que la dupla anglosajona parece haber digerido el inevitable ascenso dual de Turquía e Irán –las potencias emergentes regionales medianas, como consecuencia de las cinco derrotas militares consecutivas de Estados Unidos e Israel en el Gran Medio-Oriente (Irak, Afganistán, Georgia, Líbano sur y Gaza)–, así como en que India, potencia relevante del océano Índico y miembro del cuatripartita BRIC, se ha convertido en el centro seductor de los grandes actores globales.

La columna Banyan, de la revista The Economist (11.6.09) –portavoz de la globalización neoliberal y presunta propiedad triangulada de los banqueros esclavistas Rothschild, los controladores del megaespeculador con disfraz de filántropo George Soros– ilustra una frase del célebre almirante Alfred Thayer Mahan (amigo del ex presidente Teddy Roosevelt, promotor del irredentismo de Estados Unidos en Asia y padre de su moderna marina): Quien controle el océano Índico controla Asia. Este océano es la llave de siete mares en el siglo XXI. El destino del mundo se decidirá en estas aguas.

Según Banyan esta frase, de una pulcritud geopolítica incomparable, nunca fue enunciada por el almirante Mahan, pero es profusamente repetida por los analistas de India y China, lo cual le confiere una singular valía hermenéutica.

A finales de julio, el primer ministro británico David Cameron realizó una visita a India, con una muy llamativa escala en Turquía, como recuperación de los negocios comerciales descuidados (BBC; 27.7.12).

El eje geoeconómico Turquía-India re-descubierto por Gran Bretaña (GB) –y hay que reconocerlo, más que nadie por Obama)–, extrañamente no ha sido explotado aún por Turquía ni India en su relación bilateral que espera ansiosamente su pronta eclosión creativa.

Al contrario, es China quien se ha adelantado a India a establecer fecundas relaciones con Turquía, mientras Irán mantiene estupendas relaciones con ambos.

Se desprende que muchas veces será más fácil observar el obligado acercamiento, más geoeconómico que geopolítico, de India y China mediante el prisma de sus relaciones periféricas que se subsumen en el BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China) y donde el caso del abordaje del contencioso nuclear de Irán es paradigmático.

La relevancia geoestratégica del océano Índico para Estados Unidos en el siglo XXI fue evidenciada por Obama, quien a finales de noviembre realizó durante cuatro días la mayor apuesta geopolítica de su gestión a India, acompañado por 3 mil personas (¡así, con cuatro dígitos!), en una comitiva de 40 (sic) aviones, entre ellos un nutrido grupo de empresarios y 150 (sic) periodistas, a un costo de US$200 millones (sic) al día (DBKP; 3.11.12). India y el océano Índico bien valen la cuantiosa inversión cuando Estados Unidos prácticamente se encuentra en la insolvencia financiera y en plena decadencia.

A principios de diciembre el presidente galo Nicholas Sarkozy, acompañado por su esposa, la modelo Carla Bruni, visitó también India durante cuatro días desde donde apoyó tanto su ingreso al Grupo de Abastecimiento Nuclear (NSG, por sus siglas en inglés) como su candidatura al asiento permanente del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU, al unísono de Brasil, Alemania, Japón, África y el mundo árabe (IBN; 4.12.12), lo cual es muy laudable pero todavía muy utópico debido al obstruccionismo subrepticio de la dupla anglosajona (EU y GB), que venderá muy caro su amor y en forma individual egoista.

Tal parece que todos los miembros permanentes del anacrónico CS de la ONU decidieron visitar en corto tiempo uno tras a otro a India que se ha vuelto el país más seductor del planeta en la fase del incipiente nuevo orden multipolar.

Después del británico Cameron, del estadunidense Obama y el francés Sarkozy, el primer chino Wen Jiabao se apersonó a mediados de diciembre a visitar India durante tres días acompañado por 300 (sic) empresarios, para disolver las asperezas y construir una confianza mutua en forma pragmática, según el rotativo chino Global Times (15.12.12), que detecta un subtexto nada optimista en los multimedia de India, cuya mentalidad relativamente complicada oscila entre el lento crecimiento de Asia hacia un arco de libertad y prosperidad (nota: un eufemismo elegante de los chinos para denominar un bloque asiático con disfraz democrático de la dupla anglosajona con Japón e India) y la creación de un triángulo de intereses entre India, China y Estados Unidos. Pues se trata nada menos que de la definición del control mundial en el siglo XXI, en la que no aparece Rusia a quien Washington pretende (man)tener en jaque permanente.

Un día después, Global Times se pregunta cándidamente ¿quién gana de la confrontación del elefante y el dragón?, cuyos ascensos coloca en el contexto inevitable: un mundo dominado por Occidente.

El rotativo chino admite que aunque a las dos potencias emergentes les guste o no, los intereses occidentales ejercerán un impacto profundo (sic) en cada una (sic) de sus selecciones y agrega que la confrontación del elefante indio y el dragón chino es una seudopropuesta, pero un verdadero deseo de los conservadores de Estados Unidos y Europa, por lo que conmina a los dos gigantes asiáticos a un ascenso pacífico, ya que el mundo es muy amplio para ambos.

Más allá de los significativos éxitos comerciales bilaterales (The Hindustantimes; 17.12.12), hoy la principal manzana de la discordia entre el elefante y el dragón es Pakistán (extensivo a la islámica provincia de Jammu-Cachemira) con quien curiosamente tanto China como Estados Unidos sostienen excelentes relaciones.

Como era de esperarse, la trascendental visita del primer chino Wen Jiabao –quien se desvivió a recitar los Upanishads y a exaltar al Mahatma Ghandi y al escritor Rabindranath Tagore– fue prácticamente escamoteada por los mendaces multimedia anglosajones.

Por lo pronto, el elefante y el dragón, dos civilizaciones milenarias, han instalado una línea roja de comunicación para mantener el óptimo nivel de consulta cupular. Los estrategas anglosajones anhelan una guerra entre India y China, quienes parecen no darles el gusto buscado.

Una semana después del primer chino, el presidente ruso Dimitri Medvediev le pisará los talones en India.

Para la columna británica Banyan, en la perspectiva del almirante Mahan, Estados Unidos sigue siendo la potencia definitoria en Asia, capaz por ahora de reforzar la paz (¡extra-súper-sic!).

Hasta cierto punto porque Rusia ya se acordó de sus excelentes relaciones con India y que también constituye una fuerza considerable de primer nivel en Eurasia.

Esto no es tan linealmente maniqueo, una característica del caduco orden unipolar, cuando nos encontramos en la hipercomplejidad multipolar donde todavía faltan muchas definiciones creativas por surgir.

Más que Estados Unidos, la propia definición de India será la decisiva, quien, a nuestro juicio, debido a su naturaleza peculiar plural, jugará al pivoteo multipolar

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