Increíble: el acuerdo interanual que en materia de deuda pública alcanzaron el gobierno de Barack Obama y el Congreso estadunidense se prolongó sólo por unos cuantos meses. Endeudada hasta la coronilla, la Casa Blanca exige autorización para contratar deuda. El mandatario del vecino del norte dijo que solicitará a los legisladores que aprueben elevar el límite de endeudamiento en 1.2 billones de dólares, es decir, lo mismo que cinco meses atrás urgentemente solicitó y le concedieron.
El pasado 2 de agosto, tras una serie de jaloneos y desencuentros entre Obama y los legisladores, el Congreso estadunidense finalmente aprobó un acuerdo definitivo en materia de deuda, con el fin de que el inquilino de la Casa Blanca mantuviera el tren de endeudamiento gubernamental y de paso evitar la moratoria, con sus obvias consecuencias internacionales. Se suponía que tal acuerdo (elevar el límite de tal débito). Por aquellos no lejanos ayeres, el saldo de la deuda pública estadunidense rondaba los 14.5 billones de dólares, y en tan sólo cinco meses la soga al cuello volvió a apretar.
Como en su momento se citó en este espacio, la del gobierno estadunidense es la deuda más elevada del mundo: antes del acuerdo definitivo ascendía a 14.5 billones de dólares, algo así como 14 veces el producto interno bruto mexicano. Concluido el próximo proceso electoral en el vecino del norte, tal débito fácilmente rondará los 17 billones. Las naciones que integran la Unión Europea (cuyos gobiernos, al igual que el de Obama, han cargado la crisis a los más jodidos, sin que éstos, jamás, hayan participado en la toma de decisiones) reportan un débito conjunto ligeramente inferior al estadunidense, con la salvedad que son 27 los Estados comunitarios.
El primer día de agosto de 2011 la Cámara de Representantes aprobó elevar el límite de endeudamiento gubernamental. Por 269 votos a favor (161 en contra) el acuerdo definitivo erradicó –según la versión oficial– la posibilidad de que Estados Unidos se declarara en suspensión de pagos. El plan considera entre 2.1 y 2.5 billones de dólares en recortes del gasto federal a lo largo de los próximos 10 años, ningún nuevo impuesto para reducir el déficit presupuestario, crear una comisión legislativa bipartidista para recomendar un paquete de estas reducciones en programas federales y eleva el techo de deuda de aquí hasta posiblemente 2013 (La Jornada, David Brooks).
En esa negociación el perdedor fue Obama, pues los republicanos aprobaron lo que quisieron, y el inquilino de la Casa Blanca dobló las corvas, pero se dedicó a celebrarlo, pues Estados Unidos siempre ha pagado sus deudas y no dejará de pagarlas. Al respecto, el premio Nobel de economía Paul Krugman dijo que el presidente se rindió, y adelantó que “el acuerdo mismo… es un desastre, y no sólo para el presidente y su partido. Dañará una economía ya deprimida; probablemente empeorará el problema del déficit a largo plazo… y, más importante, al demostrar que la extorsión cruda (de republicanos) funciona y no conlleva ningún costo político, hará recorrer a Estados Unidos un buen trecho del camino hacia el estatus de república bananera. Lo peor que se puede hacer cuando una economía está deprimida es reducir el gasto del gobierno, algo que no ha funcionado históricamente, ni aquí ni en otros países” (ídem).
Ciertamente (Fox dixit) Obama se dobló; los republicanos se impusieron y todos actuaron muy a la mexicana (tecnología política de exportación) con visión estrictamente cortoplacista para que el asunto de la deuda no les apestara el proceso electoral del próximo año, en el que el actual inquilino de la Casa Blanca se juega la relección y la otra pandilla el regreso al 1600 de la avenida Pensilvania, en la ciudad de Washington, mientras el resto del mundo sudaba la gota gorda ante la posibilidad de una moratoria en el otrora motor del mundo, hoy destartalado.
Todo eso pasó cinco meses atrás y, como era previsible, el acuerdo definitivo no sirvió para mayor cosa. Estados Unidos se mantiene como el gran deudor, pero ninguno de los organismos internacionales dedicados –según ellos a corregir las desviaciones– ha metido la mano para frenar el impresionante consumo de deuda por la Casa Blanca, y mucho menos para imponerle uno de esos programas de ajuste que tanto le gustan al FMI. Es la historia de siempre: el vecino del norte, junto con el Reino Unido, Alemania y Francia son las naciones más endeudadas del planeta, pero casualmente son las que controlan los organismos financieros internacionales; es decir, aquellos que deciden qué país está mal y cuál no; a quién le arreglan sus finanzas mediante programas de choque, y con quién fingen absoluta demencia. Pero a ellos, nunca.
Pues bien, cinco meses después los contribuyentes gringos ya no saben qué hacer, pues el pasado martes Barack Obama anunció que solicitará al Congreso elevar el límite de endeudamiento del gobierno federal en 1.2 billones de dólares, nueva evidencia de la creciente presión presupuestaria que afronta la mayor economía del mundo. En caso de ser aprobado por el Congreso, el incremento elevará la capacidad de endeudamiento del gobierno federal a 16.4 billones de dólares, dijo un alto funcionario del Departamento del Tesoro. Cifras de esta última institución revelan que al finalizar 2011 el gobierno federal habrá rebasado el tope de endeudamiento autorizado, es decir, 15.2 billones de dólares, y va por más: 16.4 billones, que agotará rápidamente para solicitar nueva autorización para endeudarse más. Así, puede considerarse que Estados Unidos es un país técnicamente quebrado, porque vale menos que el monto de la deuda pública (14.6 contra 15.2 billones de dólares, respectivamente), y de él depende este México lindo y querido.
Las rebanadas del pastel
Y para reforzar la idea de que la mexicana es una economía sólida (Calderón dixit), allí está el histérico tipo de cambio del peso. Como bien señala La Jornada (Juan Antonio Zúñiga), con todo y que la reserva internacional, que reporta un monto histórico de 140 mil 864 millones de dólares, el martes se hundió la moneda mexicana 1.06 por ciento adicional. La divisa estadunidense rebasó los 14 pesos por unidad en las grandes operaciones interbancarias, y regresó la preocupación del Banco de México por el impacto de la volatilidad cambiaria en la inflación por venir. En este nivel, la depreciación de la moneda mexicana desde principios de agosto a la fecha, cuando se agravó el desorden financiero internacional, llegó ayer a 19.39 por ciento respecto del dólar interbancario, y a 18.84 por ciento en el fix, utilizado para solventar obligaciones en moneda extranjera.
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