Los españoles no caben de felicidad tras su decisión en las pasadas elecciones generales del 20 de noviembre (aniversario de la muerte del dictador Franco), en las que Mariano Rajoy –del Partido Popular, el mismo de José María Aznar– resultó vencedor. Y están así porque no sólo echaron a un gobierno de izquierda que actuó como si fuera de derecha (el PSOE) para instalar otro de ultraderecha sin tapujos (el PP), con mayoría absoluta, sino porque alegremente ellos mismos se pusieron la soga en el cuello, pues si las medidas económicas de Zapatero golpearon a los trabajadores y a los sectores progresistas, las recientemente anunciadas por el nuevo mandatario de plano son un gancho al hígado.
Más tardó Rajoy en tomar posesión que en aplicar su primer mazazo contra los trabajadores: congelar el salario mínimo en el 2012, con ganas de repetir la disposición en 2013. Rodríguez Zapatero incumplió con su promesa electoral de incrementar el salario mínimo a cuando menos 800 euros mensuales (algo así como 15 mil pesos mexicanos, o si se prefiere nueve tantos más que en México) y sólo lo elevó a un máximo de 641.4 euros (30.62 por ciento más que en 2004, contra 39.34 por ciento de inflación en el periodo). Raro que un político incumpla promesas, pero al heredero de José María Aznar de plano se le pasó la mano: cero por ciento de aumento por primera vez en 31 años, y rásquense como puedan, pues el poder adquisitivo del ingreso seguirá por la ruta del deterioro (30 por ciento en los dos periodos de Rodríguez Zapatero). De entrada congela salarios, con ganas de reducirlos más adelante. Y de cereza, recortes presupuestales para el sector social.
¿Los españoles querían cambio? Pues ya está: el mensaje es más claro que el agua, porque, les guste o no, los trabajadores seguirán pagando el costo de la crisis, aunque ellos ni lejanamente sean los responsables de la misma. En cambio, los que sí lo son gozan de total impunidad y, desde luego, de arcas públicas abiertas para lo que se les ofrezca. Al congelar el salario mínimo, en automático se ven afectado el monto que reciben los trabajadores en paro obligado, por medio del seguro de desempleo, así como los apoyos para vivienda, becas y conexos. Al capital, más facilidades fiscales, que no son más que mecanismos legales para evadir el pago de impuestos.
En España es el gobierno quien fija los aumentos al salario mínimo, en decisión directa e inapelable. En México cuando menos hacen circo, pues tal decisión queda en manos de un organismo tripartito (el pomposamente denominado consejo de representantes”, integrado por gobierno, empresarios y líderes obreros), y allí se deciden los aumentos. El resultado, finalmente, es el mismo, e idéntico el pretexto (no son muchos los trabajadores que obtiene un salario mínimo). Así, Mariano Rajoy dijo ni un euro adicional al mini ingreso, el cual, dicho sea de paso, está por debajo de la media europea. Los españoles, no sin razón, se cabrearon con Zapatero y decidieron echarlo del gobierno, pero parece que no midieron las consecuencias de la nueva apuesta, pues Rajoy resultó peor, y ya es mucho decir, que Zapatero.
Si se compara el salario mínimo mexicano con el español, los trabajadores de allá están en la mismísima gloria, pero si se contrasta con el obtenido por los trabajadores en otras naciones europeas, entonces la cosa cambia. Al respecto, el periódico El Mundo publicó un resumen sobre las diferencias del mini ingreso en el viejo continente para 2011, partiendo de la base española de 641.4 euros: en Francia es de mil 365 euros al mes por 35 horas a la semana, monto inferior a los mil 499 euros de Irlanda (nueve euros la hora) y los mil 424 euros de Holanda (mayores de 23 años). En el Reino Unido, tal salario equivale a mil 230 euros. El rotativo apunta que uno de los ejemplos más claros de la Europa de distintas velocidades es Luxemburgo, en donde el salario mínimo es de mil 801 euros al mes (alrededor de 34 mil pesos mexicanos). El mínimo español sólo resulta mayor al que se paga en Portugal y Polonia (485 y 341 euros, respectivamente).
Cada país tiene una normativa diferente, explica El Mundo. En Alemania e Italia no existe el salario mínimo; en España, Grecia y Luxemburgo lo imponen los gobiernos; y en Bélgica lo pactan patronal y sindicatos, un caso parecido al de Irlanda, donde el Ejecutivo hace una recomendación a los agentes sociales. En el Reino Unido, Hungría, Portugal y Polonia, entre otros, lo establecen los gobiernos siguiendo las recomendaciones de patronal y sindicatos. Ese es el panorama. Cierto es que Rajoy no es la excepción, pues todos los gobiernos se han ido en contra de los trabajadores para solucionar la crisis, sin tocar al gran capital, el causante de la misma. Sin embargo, los españoles de plano erraron el tiro, pues, como se observa, cambiar derecha por ultraderecha es más de lo mismo, pero recargado y con recochineo.
Por su parte, otros diario español, El País, considera que el congelamiento del salario mínimo español decretada por Rajoy puede ser parte del mensaje de austeridad anunciado por el nuevo gobierno, pero fue mal recibido por los sindicatos y por la oposición. Los 641.4 euros dejan a España muy atrás entre sus socios europeos en cuanto a protección de la remuneración mínima de los empleados. Tras el anuncio (de Rajoy) queda aún más lejos el objetivo que se marcó el ex presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de situar el salario mínimo en 800 euros (mensuales) al término de su segunda legislatura. Aunque los gobiernos del PSOE sí hicieron un esfuerzo entre los años 2004 y 2009 para acercar el salario mínimo a cifras europeas, la crisis económica ha frenado en seco la posibilidad.
Así, los españoles deberán conformarse con 641.4 euros mensuales de salario mínimo y preparase para disposiciones adicionales. Eso sí, el único consuelo que les queda es saber que ese ingreso resulta casi 750 por ciento superior al que se paga en México.
Las rebanadas del pastel
En Repsol sólo hay palabras de agradecimiento para el resultón director de Pemex, Juan José Suárez Coppel, porque con los mil 700 millones de dólares que por la libre este personaje invirtió en su fallida alianza con Sacyr Vallermoso, la trasnacional española pudo comprar (en 230 millones de dólares) la empresa rusa Open Joint Stock Company Eurotek, poseedora de licencias de exploración y producción en Siberia occidental, y todavía le sobran mil 470 millones de billetes verdes para otras adquisiciones. Con enemigos como Suárez Coppel, Repsol dice que para qué quiere amigos.
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