El doctor Arnaldo Córdova, distinguido jurista y buen amigo, el domingo 7 de este mes publicó un artículo sobre la ciudad de México, contestación a otro mío en el que toco lateralmente el tema del estatuto jurídico del Distrito Federal.
Sus reflexiones merecen y requieren una respuesta, que espero sea tan comedida como la suya. Dice el doctor en derecho que con una aguda desazón, ha venido comprobando que funcionarios de las administraciones perredistas del Distrito Federal no han acabado de entender cual es el verdadero estatuto constitucional de la capital federal, por supuesto, piensa que él si ha entendido tal estatuto.
Con objeto de que esta enorme entidad, como la llama, sea bien gobernada, opina que se tiene que volver al contenido de la Carta Magna, para lo cual, opina, en el artículo 43 de ella debería mencionarse después del estado de Chihuahua el Distrito Federal y agrega adelante que la razón de ello es que dicho artículo hace mención a las entidades que fundaron originalmente la federación, que signaron el pacto federal que le dio nacimiento, entre las que se encuentra el Distrito Federal, aunque se le considere diferente de los estados.
Luego agrega que “ningún constitucionalista ha podido explicar cómo el Distrito (Federal se entiende) es una entidad fundadora de la federación, pero se le pone aparte, al final…”
Claro que ningún constitucionalista podría explicar el despropósito, por la sencilla razón de que el Distrito Federal no es una entidad fundadora de la federación y si se le pone aparte, es porque su estatuto, en efecto, es diferente al de los estados; el Distrito Federal es la capital de la federación, no un estado más de ella, es la ciudad de todos los mexicanos, peculiar ciertamente, entre otras cosas, porque aquí están los poderes federales, pero también, porque si se pudiera hacer una escala o jerarquía de las entidades, los territorios quedarían abajo, enseguida los estados y en la cúspide la capital, ¿por qué queremos disminuir esa posición que ahora tiene nuestra ciudad?
El doctor ha olvidado que al constituirse la Federación, el Distrito Federal no existía cuando en 1824 se levantó el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana; lo que ahora es el Distrito Federal era parte del estado de México que, junto con los demás estados, acordaron entonces integrar al nuevo sujeto de derecho público y de derecho internacional que es el Estado mexicano.
Según el acta citada, que se aprobó el 31 de enero de 1824 (afortunadamente no fue un domingo 7) los estados de la flamante federación fueron los enumerados en el artículo 7 de la mencionada acta. El orden en que se encuentran es el siguiente: Guanajuato; El Interno de Occidente, formado por las provincias de Sonora y Sinaloa; El Interno de Oriente, compuesto por las provincias de Coahuila, Nuevo León y las Tejas; El Interno del Norte, compuesto por las provincias de Chihuahua, Durango y Nuevo México; el de México y luego los de Michoacán, Oajaca (así, con j), Puebla de los Ángeles, Querétaro, San Luís Potosí, Nuevo Santander, que se llamará de las Tamaulipas; Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, Xalisco, Yucatán y Zacatecas.
Las Californias y Colima serían por ahora, territorios de la Federación. Se aprobó también que en la Constitución se podrá aumentar el número de estados y modificarlos, según se conozca ser más conforme a la felicidad de los pueblos.
En la Constitución de 1824, aprobada pocos meses después del Acta Constitutiva, se agregaron los estados de Chiapas, que se anexó a la Federación Mexicana; Durango, ya separado de Chihuahua; el de Nuevo León, segregado de Coahuila y Tejas, y a los territorios se aumento uno, el de Santa Fe de Nuevo México.
Como se ve, el Distrito Federal, que estuvo a punto de instalarse en la ciudad de Querétaro, no era ni podría ser un estado de la Federación, no fue una entidad fundadora originalmente, como lo pretende nuestro amigo, el doctor Córdova; su creación se debe a la determinación de las demás entidades que integran nuestra unidad política, que sí tienen las características que debe tener un estado.
De convertirse al Distrito Federal en un estado más de la Federación, amén de disminuir su estatus como lo digo antes, sería un estado desproporcionado respecto de los demás, diferente en forma sustancial a los otros, por la gran densidad de la población en tan pequeño territorio y por las grandes ventajas económicas, políticas y sociales que tendría sobre los otros estados. Hay otras cuestiones del artículo a que me refiero, que podrían ser tocadas posteriormente, por lo pronto, dejo en claro que en mi opinión y en la de otros, es mejor dejar a la ciudad de México como capital de país, sin que esto signifique que sus habitantes no podamos elegir a nuestras autoridades.
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