Lo que puede salvar a México es la educación, el acceso a la cultura, la posibilidad de que las nuevas generaciones aprendan a entender a sus comunidades para crear nuevos liderazgos y reinventar la dignidad de la mexicanidad. Eso han dicho cientos de expertas y analistas que buscan nuevos caminos para rescatar al país de los problemas en que se encuentra. Pero hay políticos dispuestos no sólo a limitar el acceso a los recursos educativos, sino plena y abiertamente a la destrucción de programas culturales ejemplares en nuestro país. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), con casi 25 años de vida, no sólo no le cuesta un centavo al país, sino que genera una derrama económica de más de 3 millones de dólares cada año y vuelve a poner en el mapa mundial a México como la capital cultural de Latinoamérica. A pesar de ello, el gobernador panista Emilio González ha comenzado un ataque frontal para destruir este importante y vital esfuerzo cultural.
Los últimos nueve días, 600 mil hombres y mujeres convivieron con sus autores favoritos, descubrieron nuevas escritoras, debatieron con gente de la Academia, escucharon análisis políticos y de derechos humanos. A Guadalajara llegaron 500 autores y autoras de habla hispana. En foros de impacto mundial, 22 representantes de la Academia de la Lengua Española explicaron a estudiantes el poder y la importancia del español. El premio Nobel Jean Marie LeClezio, quien hace años viviera en Michoacán, dijo que la FIL no tiene parangón en el mundo.
Durante la semana pasada embajadores de Francia, Alemania, España, Italia, Brasil, Argentina y otros países caminaron entre los pasillos de la feria intercambiando conocimientos, haciendo negocios, conociendo editores y comprendiendo el mercado de derechos de autor. Miles de estudiantes de las preparatorias de México conocieron una nueva generación de estupendos escritores; escucharon a Guillermo del Toro y a Guillermo Arriaga, a Carmen Aristegui y a Enrique Krauze, conocieron a un Nobel que les habló del poder de la cultura, caminaron al lado de Élmer Mendoza, de Julia Navarro y de Almudena Grandes. Pérez Reverte pasó más de dos horas firmando libros y charlando con estudiantes que le preguntaban cómo descubrir la vocación, y Lolita Bosch dejó boquiabiertos a estudiantes de secundaria con sus historias de un México posible en que toda la gente tenga un lugar digno para vivir. Alejandro Páez y Rafael Pérez Gay convocaron a un centenar de lectoras a escucharles, y la FIL niños era una impresionante fiesta en que miles de criaturas vieron teatro, escucharon lecturas y conocieron a sus autores y autoras favoritas. En España, Francia, Colombia y 10 países más, México estuvo en primera plana, no por sus balazos y narcodetenciones, sino por su feria literaria.
La venta nocturna de libros superó en un 25% la del año pasado. Estudiantes universitarios me aseguraron que sólo en la FIL encuentran lo que necesitan a precios accesibles. Según la Secretaría de Turismo de Jalisco, este año la FIL arrojó una derrama de 3,600 millones de pesos. Para un país que genera malas noticias todo el año, las buenas noticias que en nueve días deja la FIL son como agua de mayo. En unos días Calderón visitará Jalisco, esperamos que meta en cintura a González, este panista inculto obsesionado con destruir la educación de su estado y este esfuerzo colectivo de fama internacional.
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