En las últimas dos décadas la relación entre México y Estados Unidos se ha profundizado enormemente. Hay cerca de 12 millones de connacionales en ese país, tenemos junto con Canadá el Tratado de Libre Comercio más grande del mundo —por tamaño de mercado— y el trato entre gobiernos es hoy más horizontal que en el pasado, sin certificaciones o imposiciones explícitas. Sin embargo, en seguridad y migración poco puede presumir México de su tan mencionada “amistad” con Estados Unidos.
Hay un clima antimigrante exacerbado. En junio de 2010 Anastasio Hernández Rojas, indocumentado mexicano de 42 años de edad, padre de cinco hijos, fue asesinado por una golpiza de la Patrulla Fronteriza de California. Semanas después un agente de la patrulla fronteriza de Texas mató de un balazo al juarense Sergio Adrián Hernández Güereca, de 15 años. De acuerdo con un informe del FBI de noviembre pasado 8.3% de los siete mil 789 crímenes de odio cometidos en ese país fueron por un sentimiento antihispano.
Una de las patrocinadoras de ese odio es la Corrections Corporation of América (CCA), una compañía que administra 65 cárceles y centros de detención de migrantes. La CCA promovió la Ley SB1070 de Arizona que criminaliza a los indocumentados porque de esa manera tendrá a más prisioneros por los cuales cobrar al gobierno estadounidense. Lo más grave es que en ocho estados de la nación vecina ya intentan replicar la SB1070. Barack Obama impugnó la ley, pero eso no es suficiente. Debería investigar si los políticos impulsores de esas medidas tienen intereses económicos detrás. Revelar eso ayudaría a revertir el hecho de que 70% de los estadounidenses apoyan la medida.
En materia de seguridad también hay que exigir más a Estados Unidos. Ayer una centena de agentes de ese país detuvieron en Phoenix a 20 sospechosos de traficar armas hacia los cárteles de la droga mexicanos. Como este ejemplo, habrá otros casos destacables. Sin embargo, tampoco es suficiente. La venta de armas y el consumo de drogas siguen sin ser regulados. En toda la Unión Americana es posible adquirir con facilidad drogas y armas. Sin ese control, será imposible frenar el narcotráfico en suelo mexicano.
La actitud del gobierno estadounidense ha cambiado. Las visitas de Hillary Clinton lo demuestran, así como la convocatoria que realizó ayer el presidente Obama —durante su informe del estado de la Nación— para que demócratas y republicanos realicen por fin una reforma migratoria. Hace falta ahora traducir esa voluntad en proyectos más ambiciosos. Lo hecho hasta ahora sólo ha servido para mantener relaciones bilaterales muy cordiales, y nada más.
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