Emocionado por lo que considera como estrellita del Fondo Monetario Internacional en la frente del gobierno calderonista, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, se animó a revisar al alza la proyección oficial sobre lo que él llama crecimiento de la economía mexicana. En efecto, a partir de ayer la estimación gubernamental para 2011 creció de forma por demás alentadora para el futuro nacional: 0.2 puntos porcentuales (dos décimas de punto: de 3.8 a 4 por ciento), o lo que es lo mismo nada (aunque para el funcionario es motivo de profunda alegría). Al alza, pues. ¿Y?
Resulta que ayer el Fondo Monetario Internacional anunció que, tras sesudas consideraciones, elevó su proyección 2011 para el crecimiento económico mexicano, pero eso sí fue mucho fue más generoso que el humilde Ernesto Cordero: 0.3 puntos porcentuales (tres décimas de punto: de 3.9 a 4.2 por ciento, por debajo del promedio mundial). Esa es la revelación del FMI que entusiasmó al sucesor de Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda. Al alza, pues. ¿Y?
Tras las ridículas reconsideraciones alcistas (la de Cordero y la del FMI), ¿cambia el lúgubre panorama económico para México? ¿Mejora el resultado económico del calderonato, la perspectiva de los mexicanos? En lo absoluto, por mucho que lo celebre el titular de Hacienda, toda vez que aún con tales revisiones el balance sexenal de Felipe Calderón se consolida como el peor desde tiempos de Miguel de la Madrid (quien conserva la medalla de oro) y entre los más negros del México posrevolucionario.
Además de su proyección para el presente año, El FMI considera que en 2012 el crecimiento económico mexicano sería de 4.8 por ciento, de tal suerte que ese cálculo permite adelantar el resultado que, según su análisis, obtendría el calderonato en este renglón, siempre que se cumpla íntegramente su alegre cuan renovada estimación: el gran logro de Felipe Calderón y su muy buen equipo económico (como él mismo lo definió en la reunión de Davos 2009 y todos pensaron que era un chascarrillo del inquilino de Los Pinos) sería un crecimiento a tasa anual promedio de 2.03 por ciento (el Banco Mundial la ubica en 1.78 por ciento), incluso por abajo del raquítico resultado de su predecesor, Vicente Fox (hasta ahora medalla de plata) y muy casi 60 por ciento menor a la comprometido por el michoacano en tiempos de su campaña electoral (5 por ciento anual, fue la oferta).
Más allá de que la realidad no deja de desmentir el discurso oficial, el problema de fondo es que transcurren los gobiernos (como les llaman) y el resultado económico empeora; entran y salen inquilinos de Los Pinos, y el panorama cada vez es más gris. Por ejemplo, el crecimiento, por llamarlo de alguna forma, durante la estancia calderonista no sólo es peor que la correspondiente a Vicente Fox, lo que ya es decir, sino que resulta notoriamente alejado del mínimo necesario en este renglón para que el país comience a salir del hoyo. Prometió 5 por ciento (que de cualquier forma resultaba insuficiente) y concretó 2 por ciento, repitiendo el numerito de los gobiernos anteriores, pero con peores resultados.
Si se comparan los compromisos que hicieron los últimos cinco inquilinos de Los Pinos durante sus respectivas campañas electorales con lo que realmente lograron ya instalados en la residencia oficial, la diferencia es abismal: si se hubieran concretado las ofertas electorales de dicho quinteto, la economía mexicana habría crecido a un ritmo anual promedio de 5.7 por ciento durante los últimos 30 años, pero en los hechos tal tasa anual a duras penas llega a 2.3 por ciento en el periodo, siempre según las cifras oficiales. Con la primera, México habría toreado las tempestades, habría despegado, habría potenciado su economía y elevado el nivel de bienestar de su población; con la segunda no hay que especular: los resultados concretos se viven cotidianamente.
El resultado económico de los últimos cinco sexenios neoliberales no es atractivo, por ser suaves con el término: Felipe Calderón (2.03 por ciento, en el mejor de los casos) estará por debajo de lo obtenido por Vicente Fox (2.3 por ciento), quien a su vez registró mucho menos que Ernesto Zedillo (3.5 por ciento), cuyo balance fue peor que el de Carlos Salinas de Gortari (3.9), personaje con un balance muy alejado del 6.5 por ciento anual del último presidente de la Revolución (JLP), aunque por arriba de lo obtenido por Miguel de la Madrid (0.34 por ciento).
Eso sí, por promesas no pararon: Miguel de la Madrid, que no se le desharía el país entre las manos; Carlos Salinas de Gortari, que México entraría al primer mundo; Ernesto Zedillo, que la economía mexicana estará de manera firme e irreversible en el carril del crecimiento para el bienestar de la familia; Vicente Fox, que con el cambio y él en Los Pinos el país estaría mejor que nunca, y Felipe Calderón, que los mexicanos vivirían mejor. Paralelamente, el respectivo compromiso de crecimiento económico anual fue el siguiente: MMH, 5.5 por ciento (a duras penas alcanzó 0.34 por ciento); CSG, 6 por ciento (concretó 3.9); EZ, 5 por ciento (no pasó de 3.5); VF, 7 por ciento (de milagro alcanzó 2.3); FC, 5 por ciento (otro milagro y llegaría a 2.03).
Entonces, muy lejos de la realidad está el discurso calderonista: si el 3.9 de Salinas, el 3.5 por ciento de Zedillo y el 2.3 por ciento de Fox no alcanzaron para absolutamente nada, especialmente en términos sociales, sólo hay que imaginar qué pasa con 2.03 (versión FMI) o 1.78 por ciento (versión Banco Mundial), una proporción que representa un crecimiento 45 por ciento menor al registrado en el periodo 1989-1994; 50 por ciento por abajo del observado entre 1995 y 2000, y 12 por ciento inferior al de por sí raquítico comportamiento en el lapso 2001-2006. ¿Hacia dónde se dirige un país que, como México, en 30 años reporta una tasa promedio anual de crecimiento ligeramente superior a 2 por ciento?
Las rebanadas del pastel
Como en el chiste de la hormiguita y el elefante (aquí, arando), la sonriente Hillary Clinton asegura que “vamos bien en la lucha antinarco” (Estados Unidos pone los consumidores y las armas –para ambos bandos–, y México la violencia y los muertos, sólo de este lado de la frontera). ¿Vamos bien, kimosabi?
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