iles de familias en México viven de lo que sus familiares les envían desde Estados Unidos. Por eso, al estallar la crisis económica internacional y dejar de recibir dichos ingresos muchas personas hicieron trabajar a sus niños, medida que bloquea el desarrollo de los menores y, eventualmente, el crecimiento del país entero.
Esta realidad toma por sorpresa a los aparatos de atención del desarrollo social en el país, quienes nos tendrán que explicar las acciones que se han de emprender para remediar tan dramática situación.
En una investigación realizada por el Banco de México se revela que la caída en las remesas produjo una reducción significativa de la asistencia escolar en zonas rurales, debido al incremento del trabajo infantil.
Hay varios factores alrededor. El estudio de Banxico cita por ejemplo la Encuesta Nacional sobre Niveles de Vida 2005, en donde sólo 7.4% de los hogares rurales con miembros migrantes tiene acceso al crédito formal, mientras en los hogares urbanos sostenidos por paisanos en el extranjero es de 25.6%. Es decir, sólo una minoría tiene la opción de utilizar el dinero en proyectos productivos a través del crédito.
Desde luego, hay también factores culturales a considerar. La UNESCO y la Cepal han señalado que en Latinoamérica existe una larga tradición —enclavada sobre todo en el campo y el hogar— por la cual no se considera incorrecto que una niña sea trabajadora doméstica mientras el niño ayuda al padre o al abuelo con la pizca o el arado. La costumbre se ha trasladado, junto con la migración, a las ciudades.
La solución no viene en automático con la prohibición legal, que ya existe a nivel federal con ciertas reservas. De hecho, uno de cada seis niños mexicanos de entre 6 y 14 años de edad trabaja. El gobierno federal, las administraciones estatales y los legisladores tendrían más bien que coordinar acciones en ámbitos que van, desde el condicionamiento efectivo de programas sociales al rendimiento escolar de los hijos de familias beneficiaras, hasta la realización de jornadas educativas que erradiquen la tolerancia social ante el trabajo infantil. Habría que empezar cuando menos con un mapa oficial del problema que hasta la fecha no ha sido presentado.
Dejar a los niños fuera del mundo laboral es una cuestión humanitaria, pero sobre todo una tarea que conviene a México si es que busca en un futuro pasar de ser un país de mano de obra barata a una nación rica en recursos, conocimientos y nivel de vida.
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