Tiene mérito lo que ha hecho Martí Batres, ex secretario de Desarrollo Social del gobierno del Distrito Federal.
Cuando, hace unos meses, el jefe de gobierno Marcelo Ebrard Casaubón lo destituyó de su cargo, muchos pensamos que su carrera había concluido, sobre todo porque no recibió ninguna muestra de solidaridad de parte de Andrés Manuel López Obrador.
El hecho de que López Obrador no haya sido capaz de apoyar en un momento tan difícil a alguien que le ha sido absolutamente leal, significa que Batres no goza del aprecio de nadie con liderazgo en la izquierda.
En efecto, Ebrard desprecia tanto a Batres que lo despidió de la Secretaría de Desarrollo Social de muy mal modo. Y López Obrador no lo considera un gran activo político puesto que no le dio, al menos no en público, que es lo que vale, ninguna prueba de amistad.
Martí Batres es, además, enemigo de los chuchos del PRD y está lejos del grupo perredista más fuerte en el DF, el de René Bejarano.
A pesar de eso, y sin haber recurrido a propaganda costosa, Batres es el tercero en las encuestas sobre la sucesión en el GDF, lejos de los líderes Alejandra Barrales y Miguel Ángel Mancera, y a veces empatado con el senador Carlos Navarrete.
Como habrá precampaña oficial antes de la encuesta que se celebrará en febrero, más le vale a Batres, para tener posibilidades de victoria, conseguir a la brevedad posible los siete millones de pesos que estará autorizado a utilizar.
Ese es mucho dinero, sobre todo para alguien a quien no apoya ninguno de los grupos poderosos de la izquierda en el DF y al que los empresarios ven con desconfianza.
Ha dado conocer buenos planes de gobierno, pero…
La suerte de Batres dependerá de los recursos que invierta. No le doy, por lo tanto, muchas posibilidades de ganar.
Como no habrá una elección interna, sino una encuesta, y como las encuestas lo que miden es básicamente el reconocimiento de un nombre, los mítines y el contacto con la gente lejos de los medios serán irrelevantes frente a la propaganda.
Es el camino que la izquierda ha seleccionado, el de la mercadotecnia, que tiene reglas muy distintas a las de la política de acercamiento con la población.
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