domingo, 4 de diciembre de 2011

Estrategias para abordar la migración irregular Jorge Durand

La migración irregular no es un tema tabú, es una realidad que hay que abordar de manera conjunta entre todos los actores involucrados en su cuádruple dimensión: origen, tránsito, destino y retorno. Constatamos que la mayoría de países cuentan con un corpus legal plenamente establecido para alguna de las fases de este proceso, por lo general la inmigración. Pero falta mucho por hacer en cuanto a la definición, actualización y modernización de las políticas públicas con respecto a la migración integral y todas sus facetas. Cada país tiene el derecho soberano de definir sus políticas migratorias, pero para abordar el tema de la migración, tanto regular como irregular, necesariamente tienen que darse estrategias conjuntas, convenios bilaterales y acuerdos multilaterales.

Las políticas migratorias deben basarse en datos, en investigaciones profesional, no en especulaciones, ni en percepciones que desfiguran la realidad y afectan a la sociedad en su conjunto.

En Estados Unidos se ha llegado a un consenso en cuanto a la metodología que debe utilizarse para cuantificar la migración indocumentada y se sabe con bastante precisión que en 2009 había 10.8 millones y no 12 como suele afirmarse. Sin embargo en Europa hay mucho ruido y poca investigación científica. Las últimas estimaciones oficiales para 2008 (Clandestino Project) señalaban que el flujo irregular era de 1.9 a 3.8 millones. Sin embargo, la prensa y los políticos afirman y repiten que la cifra es de 4.5 a 8 millones. En parte, la razón para tanta especulación y alarmismo se debe a que las cifras oficiales y las académicas son poco confiables y hay métodos y contabilidades muy diferentes en cada país de la Unión Europea. El reporte Clandestino informa que en Alemania la población migrante irregular se calcula entre 196 mil y 457 mil y en Polonia dicen que va de 50 mil a 300 mil. Con esos márgenes de error es imposible definir una política adecuada, salvo la que fomenta el miedo a la invasión de inmigrantes.

Pero a fin de cuentas habría que concluir que a escala global se podría estimar una población migrante irregular de 20 millones, 9.2 por ciento del total de la población migrante, estimada para 2010 en 215.8 millones, lo que representaría 0.2 por ciento de la población mundial, estimada en 6 mil 775 millones. Tanto ruido para tan poca gente sólo se explica por la campaña mundial de criminalización del migrante.

Por otra parte, las políticas migratorias deben atender las diferentes fases del circuito migratorio en un contexto de coherencia institucional y responsabilidad compartida. Dos principios claves que han sido ampliamente trabajados en el Foro Global de Migración y Desarrollo, y que podemos decir con justeza que han significado un cambio profundo en la concepción y manejo del fenómeno migratorio.

La coherencia institucional implica considerar como irregulares tanto a los migrantes indocumentados como a los empleadores que los contratan. La aplicación de un doble rasero, donde se criminaliza al migrante irregular por una parte y se solapa y se protege al empleador irregular por otra, lo único que genera es la perpetuación del flujo migratorio irregular y la conformación de una subclase de trabajadores explotada y extremamente vulnerable.

La migración, por definición, es un proceso social dinámico y cambiante. Los países emisores se convierten en receptores, proceso que hasta hace unas décadas era evidente en el caso europeo. Y los países que fueron receptores se convierten en emisores. Este dinamismo se da también en el caso de los migrantes que pueden cambiar de estatus. Los migrantes que ingresaron legalmente pueden pasar a la irregularidad. Y los migrantes irregulares pueden arreglar su situación. Cambian también las normativas, las leyes y los requisitos que cada país exige a sus nacionales y a los extranjeros residentes. Y los migrantes están envueltos en esta vorágine de cambios y nuevos requerimientos.

Hay un consenso generalizado de que la migración irregular no beneficia ni a los migrantes, ni a los países de origen y destino. También hay un consenso en el medio académico de que el desarrollo genera empleo, amplía el rango de oportunidades y reduce sustancialmente la emigración irregular. Y pareciera que cuando hablamos de migración y desarrollo tenemos un problema y una solución.

Pero el binomio migración y desarrollo es una relación compleja. El desarrollo, el cambio tecnológico, la modernización del aparato productivo, generan emigración. Es hasta una segunda fase en la que podemos constatar que el desarrollo económico sostenido impacta en los índices de educación, salud, natalidad, vivienda e ingresos de la población. Y es en ese momento cuando podemos constatar que los flujos migratorios se reducen de manera sustancial. Se requiere de tiempo, de medianos plazos para poder realizar cambios estructurales, procesos de democratización, consolidación institucional y la modernización y profesionalización de un sistema de justicia que acabe con la impunidad y la corrupción.

Incluso podríamos ir más allá y afirmar que la emigración regular y ordenada no significa automáticamente desarrollo. Tenemos ejemplos de países que emigran de manera regular y controlan sus flujos y agentes migratorios de manera ejemplar, como Filipinas, pero que no se nota mayor impacto en el desarrollo.

Por otra parte, tenemos países que reciben millones y millones de remesas, como México, pero esos ingresos no implican automáticamente desarrollo. Se constata mayor bienestar en las familias de los migrantes, pero eso no necesariamente significa desarrollo.

Todos sabemos que los fracasos de los proyectos de desarrollo son incontables. Los éxitos son contados. La discusión sobre migración y desarrollo debe evaluar no sólo las políticas públicas con respecto a la migración, también hay que evaluar las políticas y los modelos de desarrollo que se pretende aplicar.

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