Hace tiempo, en Reforma, Miguel Ángel Granados Chapa se ocupó de los bajos ataques que la periodista Carmen Aristegui recibía de parte de Carlos Marín, columnista y director editorial de Milenio. Para explicar las razones de Marín, don Miguel Ángel recurrió a una fábula: "¿Por qué atacas?", preguntó la libélula al sapo, y este respondió: "Porque brillas".
Ayer domingo, al fin un ser humano como cualquiera, Miguel Ángel Granados Chapa cometió un error grave al decir que Televisa había adquirido a Iusacell. Rápidamente, hoy lunes, un día después, Granados Chapa se disculpó con los lectores:
"En sendas cartas que aparecen en esta misma edición, Televisa y Grupo Salinas desmienten la venta de Iusacell, a que me referí en la Plaza pública de ayer. A reserva de ofrecer una respuesta más completa, admito avergonzado que cometí dos errores profesionales. En primer lugar, me dejé llevar por el afán de dar a conocer una primicia, una noticia exclusiva en un ámbito de gran importancia pública, línea infrecuente en mi habitual trabajo de información y análisis. En segundo lugar, como lo señalan los desmentidos a los que en ese punto reconozco plena razón, no inquirí a las partes sobre el hecho, omisión motivada por la firme confianza que me merece la fuente de que abrevé esa información. Al mismo tiempo que acepto la gravedad de este desliz profesional solicito a los lectores lo disculpen".
Lo anterior habla de la grandeza de Miguel Ángel Granados Chapa. Reconocer un error es muy difícil, pero él lo hizo de inmediato. Y con humildad solicitó a sus lectores que le disculpen por haber fallado. Por eso Granados Chapa es, sin duda, el mejor columnista de México. Por eso brilla.
Pero, muy rápido también, aparecieron los sapos de la fábula. En Milenio, Carlos Marín aprovechó el asunto para agredir a Granados Chapa. En su columna titulada "Otra gran volada de Granados", el directivo de Milenio dice que don Miguel Ángel actuó con "temeridad" solo "explicable en reporteros bisoños" al "pisar el terreno que menos conoce, el de la información". Para Marín, Granados Chapa es un "plumaflojo" y "timador contumaz" que elabora "insidias" producto de su "magín" convencido "de que idea mata datos precisos, concisos y macizos".
Como no hay comparación posible entre un periodista como Miguel Ángel Granados Chapa, que ha brillado sobre todo por su compromiso con los lectores, y alguien como Carlos Marín que, reiteradamente, ha traicionado el oficio de informar con objetividad siempre en beneficio del poder, conviene recordar de nuevo la fábula del sapo y la luciérnaga:
"En el silencio de la noche oscura
sale de la espesura
incauta la luciérnaga modesta,
y su templado brillo
luce en la oscuridad el gusanillo.
Un sapo vil, a quien la luz enoja,
tiro traidor le asesta,
y de su boca inmunda
la saliva mortífera le arroja.
La luciérnaga dijo moribunda:
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras".
Más escupitajos merece don Miguel Ángel por su terquedad de brillar tanto.
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