Con la graciosa creatividad que lo caracteriza, el inquilino de Los Pinos arrancó el año nuevo con la cantaleta de siempre: “México está en la ruta del crecimiento, porque cuenta con una economía sólida y fuerte, que ofrece condiciones para despegar… Hoy, nos hemos recuperado y estamos de vuelta en la senda del crecimiento”. Y se quedó tan tranquilo.
Qué innovador discurso, pero ¿en serio México está de vuelta en la senda del crecimiento? Para crecer, lo que se llama crecer, el país requiere una tasa anual promedio constante no menor a 6 por ciento, algo no registrado desde el sexenio de José López Portillo, cuando tal media fue de 6.55 por ciento, lo que quiere decir que a lo largo de las últimas tres décadas México, en realidad, ha estado muy alejado de la senda del crecimiento, y mucho más desde que la burocracia panista se instaló en Los Pinos con crucifijos y escapularios.
Si se consideran los garbanzos de a libra (crecimientos aceptables en un año, ya no en un periodo medianamente prolongado), ese 6 por ciento no se reporta desde 2000, el último, felizmente, de Ernesto Zedillo en la residencia oficial (6.64 por ciento, para ser exacto). Ese fue el último de los mohicanos. Con Miguel de la Madrid el año de mayor crecimiento fue 1984 (3.41 por ciento de avance); con Carlos Salinas, 1990 (5.18 por ciento); con Ernesto Zedillo, 1997 (6.78); con Vicente Fox, 2006 (4.78) y con Felipe Calderón, 2010 (5 por ciento es el estimado). En todos los casos citados la alegría fue efímera, porque de inmediato el ritmo de avance se desplomó.
En el caso de Felipe Calderón el resultado de su estancia en Los Pinos ocupa la segunda posición entre las peores de los últimos 30 años, sólo superado (hasta ahora) por Miguel de la Madrid, el inefable ex presidente gagá (versión del psicólogo Carlos Salinas de Gortari). El mismo personaje que presume estar de vuelta en la senda del crecimiento registra una tasa anual promedio de avance de 1.2 por ciento (incluida la proyección para 2011), algo no visto desde el final de los años 20 y principios de los 30, y sólo mejorado por el 0.15 por ciento de MMH (cinco años en la residencia oficial).
En 30 años el país ha ido de mal en peor. En materia económica, por ejemplo, el balance es el siguiente: el último presidente de la Revolución (como José López Portillo se autonombró) dejó una tasa anual promedio de 6.55 por ciento; con Miguel de la Madrid esa tasa se desplomó a 0.34 por ciento; con Carlos Salinas subió a 3.9 por ciento; con Ernesto Zedillo descendió a 3.5; con Vicente Fox se redujo a 2.3, y con el mismísimo Felipe Calderón a la mitad de su antecesor (1.2 por ciento). En promedio, alrededor de 2 por ciento anual en tres décadas.
Como hemos mencionado en este espacio, el panismo cumplió una década en Los Pinos y más allá de rosarios, crucifijos, buenas conciencias y excelentes negocios privados nada procuró en favor de los mexicanos. En ese lapso ofreció el peor resultado, producto de los peores gobiernos, entre los peores. A punto de montarse en el Ipiranga, Porfirio Díaz dejó tras de sí una década, la primera del siglo XX, con una tasa anual promedio de crecimiento económico de 3.31 por ciento. En la primera del siglo XXI, la dupla Fox-Calderón apenas alcanzó una tasa de 1.18 por ciento.
El cambio (Fox) con continuidad (Calderón), presumido por el panismo, ha sido un estrepitoso fracaso en lo político, económico y social. Por abajo del infausto resultado blanquiazul, sólo se registran los saldos históricos en la segunda y tercera décadas del siglo XX, con el país convulsionado por el movimiento revolucionario, la guerra cristera –de la que se ufana ser heredero el actual inquilino de Los Pinos– y la hecatombe económica de 1929. En el periodo 1911-1920 la tasa anual promedio de crecimiento económico a duras penas alcanzó 0.21 por ciento, mientras en 1921-1930 el indicador se redujo a 0.20 por ciento, lo que resume 20 años de convulsión política, económica y social, de reacomodos, de guerra y crisis externa, carentes, como en la década panista, de bonanza petrolera, histórica inversión extranjera, boyante planta productiva, exportaciones sin límite, finanzas públicas sanas y demás bellezas presumidas por los neoliberales.
La dupla Fox-Calderón, el panismo institucionalizado, prometió todo e incumplió todo. Logró lo impensable: otra década perdida para el país. En el periodo 2001-2010 el resultado económico es desastroso: crecimiento anual promedio de 1.18 por ciento (hasta 2010), algo no registrado en 80 años. En la primera década perdida –los años 80– la tasa anual promedio de crecimiento fue de 1.9 por ciento, el peor resultado –hasta la llegada del panismo a Los Pinos– de la dictadura neoliberal mexicana.
Entonces, si ese es el concepto que de senda del crecimiento tiene Felipe Calderón, de plano México está perfectamente jodido, y lo estará más si a golpe de propaganda, marketing, dinero sucio y cochinero electoral (como él mismo comprenderá) logra engordar a su desnutrido Cordero (el señor de los aumentos y los gasolinazos) que pretende imponer en Los Pinos para el periodo 2012-2018.
Y si de cifras se trata, allí está el siempre exacto vocero de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré, quien afirmó que “el registro del gobierno federal en materia de agresiones a derechos humanos de migrantes en territorio nacional no es coincidente con la que emitió la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la cual reportó 10 mil secuestros de abril a septiembre de 2010… Ciertamente, no es coincidente ese dato con los reportes que tiene el gobierno mexicano, en particular en materia de denuncias” (El Universal).
Muy bien, no coinciden, pero ¿qué es lo que no coincide? ¿Qué desmiente? ¿Cuál es el número que tiene registrado el gobierno? ¿Nueve mil 999, 10, uno? Desmiente, pero no aclara, aunque cuidado: si contabilizan los secuestros de migrantes como lo hicieron con los ninis (285 mil, según comunicado conjunto de las secretarías de Gobernación y de Educación Pública; 7.5 millones de acuerdo con la realidad), entonces de plano en México no hay secuestros; sólo percepciones.
Las rebanadas del pastel
Al simpatiquísimo señor Blake Mora no se le ocurrió mejor chiste que el siguiente: La población en extrema pobreza en el país se ha reducido a pesar de la crisis económica, que a diferencia del pasado ha sido de origen externo. Qué gracioso, sobre todo cuando se recuerda que la Cepal ha documentado que la única nación (latinoamericana) en la que se registró un empeoramiento de la pobreza fue México. Y ambos se refieren a la misma crisis.
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