La reacción más honesta y expedita de un dirigente mexicano hacia el cumplimiento de la ley luego de la evidencia ante cámaras oficiales de estarse cometiendo un acto ilícito en representación de la función pública, fue la de López Obrador siendo regente del DF, cuando se procesó penalmente a René Bejarano quién cumplió condena, y a Gustavo Ponce quién continúa en la cárcel.
Ante la búsqueda desesperada de la mafia gobernante de que el “hallazgo del crimen” le afectara a quien se perfiló como ganador para la presidencia 2006, “se halló el modo” utilizando al empresario argentino, de descubrir algún resquebrajamiento en su administración. Pero la estricta actitud constitucional de AMLO durante el incidente y la comprobación de que desconocía los hechos, no lograron salpicarlo con ese lodo.
Políticamente activo Bejarano una vez que salió libre, retira ahora su presencia de la campaña de AMLO para no afectarla con la imagen que la opinión pública no es capaz de olvidar, aquella del Señor de las ligas.
Valiente o forzada, necesaria decisión. Qué factores la orillaron, que son obvios, es algo que pasa a segundo término. El caso es que Bejarano y AMLO no sean relacionados; es lo justo por un resbalón del tamaño del suyo que, reitero, ya no será mediáticamente superado.
Esperamos tampoco se le vea a nuestro candidato cerca de Camacho, ni de Ortega, ni de Acosta, etcétera…porque igualmente, aunque no en la misma dimensión, le restarían. Su dirección no está comprometida 100%. Si los jala, porque ya los ha jalado, el PRI-AN, serán proclives a promover de nuevo las alianzas ahora para la presidencia, con las mismas políticas de antaño que debemos abolir
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