viernes, 9 de diciembre de 2011

Exige el PRI a Calderón no más injerencia en procesos electorales

El Consejo Político Nacional designa a Pedro Joaquín Coldwell presidente del partido

El gobierno panista recurre a artimañas para agredir a quienes le disputan el poder, afirma
Desde Los Pinos se lanzan acusaciones temerarias y se utiliza la justicia sólo para ganar votos

Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto, virtual candidato del PRI a la Presidencia, felicitan a Pedro Joaquín Coldwell tras ser designado dirigente de ese partido por el Consejo Político NacionalFoto José Antonio López
Rosa Elvira Vargas y Fabiola Martínez

Periódico La Jornada
Viernes 9 de diciembre de 2011, p. 5
Ante la debilidad de sus precandidatos, el gobierno panista recurre a toda suerte de artimañas para agredir a las fuerzas políticas que, como el PRI, le disputan el poder, acusó el nuevo dirigente nacional de este partido, Pedro Joaquín Coldwell. Y exigió al presidente Felipe Calderón ajustar su conducta al mandato de la ley y no entrometerse en el proceso electoral de 2012, como lo hiciera –para beneficiarlo a él– su antecesor, Vicente Fox, hace seis años.

Denunció que desde la Presidencia se lanzan acusaciones temerarias y la procuración de justicia se utiliza de forma facciosa, pues todo se vale con el objeto de descalificar al adversario si esto sirve para ganar elecciones, sin importarle que los costos de tales acciones los pague la sociedad.

Con Enrique Peña Nieto, virtual candidato presidencial del tricolor, y junto a él, Manlio Fabio Beltrones, quien aspirara también a esa posición, el nuevo dirigente hiló un discurso sin ambages hacia la actuación del jefe del Ejecutivo federal.

Señaló que Felipe Calderón Hinojosa, quien como candidato fue el principal beneficiario de la injerencia gubernamental en las elecciones, tiene hoy, como Presidente, el deber de evitarla por el bien de México.

Y le exigió ajustar su conducta al mandato de la ley y actuar con imparcialidad, y que evite dañar el proceso electoral con su intromisión.

De ese modo, en menos de cinco minutos, Joaquín Coldwell envió la respuesta del PRI a las acusaciones lanzadas desde Los Pinos por la presunta intervención del narcotráfico en favor del tricolor en los comicios celebrados el pasado 13 de noviembre en Michoacán.

Puntual, exigió al gobierno federal no hacer de este tema un arma para minar la confianza en las autoridades electorales, socavar el proceso o agredir a partidos y candidatos.

Ante estas expresiones, la reacción de los integrantes del Consejo Político Nacional (CPN) del PRI fue una aclamación de pie.

Al finalizar el acto, Peña Nieto declaró que el discurso del nuevo líder partidista fue centrado, objetivo y puntual a partir de lo que observamos de la actuación del jefe del Estado mexicano.

Los políticos del PRI, se vio ayer, dieron muy rápido vuelta a la hoja. Hace una semana aceptaron la renuncia de Humberto Moreira, le dedicaron sentidos parabienes y agradecimientos por su efímera gestión, pero ayer eso era cosa del pasado.

Sólo Enrique Jackson, secretario técnico del CPN, lo mencionó cuando explicaba por qué se reunían de nuevo y daba paso al trámite de la formalidad estatutaria del relevo. Pero el nuevo líder, simplemente, no lo aludió.

En cambio, en el apartado de censura hacia el presidente Calderón, el legislador inició con una recordación: Como hace seis años, el fantasma de la polarización auspiciada desde el gobierno federal durante la contienda electoral, amenaza con volver a dañar al país.

Y no fueron esas las únicas admoniciones. En el discurso del senador por Quintana Roo, además de un mensaje a la militancia, bordó una censura y crítica a las administraciones surgidas del PAN, como la creciente insatisfacción ciudadana con el desempeño de un gobierno que ha sido incapaz de frenar la violencia y la inseguridad pública, con mínimo crecimiento económico y estancamiento en la generación de empleo.

“Un gobierno –recalcó– bajo el que los poderes fácticos prevalecen sobre los establecidos constitucionalmente y las instituciones están presas de la corrupción.”

Y ahí fue de nuevo frontal con Calderón al definirlo como un Ejecutivo que no acierta a erigirse en árbitro y conductor de las energías sociales.

Con expresiones de estricta política y referencias teóricas, Joaquín Coldwell habló por primera vez ante quienes realizarán, desde las candidaturas o la estructura electoral, la campaña de 2012. Ahí mismo ubicó la disposición del PRI a pactar con otras fuerzas políticas, con la autoridad electoral y las de procuración de justicia, las medidas que sean necesarias para blindar el proceso electoral de la infiltración del narcotráfico.

Pedro Joaquín Coldwell tampoco dudó al establecer que el PRI viene por la renovación, no por la restauración, y mirando hacia el futuro convencido de que con Enrique Peña Nieto vamos a ganar las elecciones y vamos a erigir una nueva sociedad a la medida de nuestros sueños y de nuestra esperanza.

Fue un acto, diría alguien, de reconciliación, pacífico. Primero, porque luego del 21 de noviembre, cuando anunció su declinación a buscar la candidatura presidencial, Manlio Fabio Beltrones compartió con Peña Nieto el lugar central del presídium y se dispensaron toda clase de cortesías e intercambio de impresiones.

Y también fue una jornada de rencuentro con el estilo tradicional de la política priísta, si bien no exenta de contrastes.

Este no tuvo la estridencia, la bulla o las matracas tradicionales del ceremonial tricolor, pero sí incurrió en el besamanos, la búsqueda de la cercanía con Peña Nieto.

En el caso de quien será su abanderado presidencial, el absoluto control que ha tomado su equipo en el PRI no implica sólo la seguridad del inmueble, sino al parecer determinará algunas designaciones en la nueva etapa partidista.

Buscando la foto

Mientras tanto, fieles a sus formas, los consejeros y otros militantes que sólo se acercaron a la ceremonia buscaron la foto con los priístas encumbrados o con posibilidades de serlo.

Así, al diputado mexiquense Alfonso Navarrete Prida le costó 20 minutos atravesar la explanada, porque los encamisados de rojo que ahora aparecen por todos lados lo rodeaban buscando su atención. Y cuando aquél logró proseguir su marcha, esos mismos entusiastas de la porra se dirigieron a hacer lo propio con el líder de los burócratas, Joel Ayala.

No acudieron, cierto, todos los gobernadores, pero sí buen número de ellos: estado de México, Chihuahua, Coahuila, Aguascalientes, Quintana Roo, Veracruz, Yucatán, Campeche, Durango y Zacatecas.

Pero la llegada, juntos y sonrientes de los ex mandatarios Eugenio Hernández, de Tamaulipas; Ulises Ruiz, de Oaxaca, y Joaquín Hendricks, de Quintana Roo, atrajo miradas y comentarios.

De otras generaciones y con las cuales siendo muy joven el nuevo presidente priísta se identificó por su temprana incursión en la política, anduvieron ayer por aquí lo mismo Carlos Armando Biebrich, ex gobernador de Sonora, que Antonio Rivapalacio, quien lo fue en Morelos, y más reciente, René Juárez, de Guerrero.

Tuvo también un dejo de nostalgia, representado en la invitación a Jorge de la Vega Domínguez, ex presidente del tricolor, para que tomara la protesta al nuevo líder. Él rebasó con mucho ese encargo y habló de su larga vida en el PRI, pero para recordarles a todos qué fue siempre el partido: factor de permeabilidad social.

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