Julio Hernández López
CONVIVIO MILITAR. El presidente Felipe Calderón, en la ceremonia de abanderamiento del 105 batallón de infantería de la octava Zona Militar, en Ciudad Mier, Tamaulipas. Tras el acto se ofreció una comida a los asistentesFoto Carlos Cisneros
Felipe Calderón tiene tanta conciencia del juicio que su gestión alcanzará en las urnas en 2012 que está haciendo todo cuanto puede, en una acción progresiva que arrancó años atrás, para enturbiar ese delicado proceso y encaminarlo hacia escenarios de ruptura en los que pueda negociar cupularmente, sin estorbos ni mediaciones democráticas. No le es terriblemente adverso el juicio sólo en el terreno de los comicios (del que ya tuvo prueba amarga en las contiendas intermedias de 2009 y en múltiples episodios estatales) sino también el histórico (al que pasará como el trágico presidente de los 60 mil o más muertos) y eventualmente el jurídico en el plano exterior (a partir de los datos allegados a la Corte Penal Internacional por 23 mil mexicanos).
En su propósito de cancelar las próximas elecciones, el hombre que desató el infierno mexicano está usando su propia creación institucional, la guerra contra el narcotráfico, instalándola ya como amenaza oficial de candidatos, campañas y emisión del voto. No repara el comandante de las fuerzas bélicas oficiales en la descalificación absoluta que hace de su propia obra, a la que ha dedicado porciones importantísimas del presupuesto federal y su máxima atención cotidiana: luego de todo lo que ha vivido el país, ahora resulta que tan fracasado ha sido el actuar del calderonismo que ni siquiera puede garantizar el acto supremo de participación cívica que es el de votar, o ser votado. De nada o de muy poco han servido tantas muertes y horror, tanta descomposición e intranquilidad, tanto dinero gastado y personal movilizado: ni siquiera en su tierra natal, donde comenzó la famosa guerra y donde se ha vivido una abierta intromisión facciosa del calderonismo, como el michoacanazo que retorció mecanismos judiciales para forzar encarcelamientos que terminaron en mayúscula pifia.
El jinete de la guerra se ha montado en ese macabro corcel contrario a lo electoral porque no tiene un candidato ganador propio (a Josefina Vázquez Mota no la acepta ni siquiera en recuerdo de que Fox tampoco lo aceptaba a él pero acabó apoyándolo), porque hasta ahora no ha podido ganar elecciones de su auténtico interés (ni siquiera aquella en la que se postuló su hermana Cocoa y que fue una especie de consulta sobre la popularidad de los Calderón), porque no ha logrado negociar con el priísmo presuntamente encaminado a Los Pinos para que al dejar el impugnado cargo le mantengan privilegios y le garanticen impunidad, y porque sabe que el repudio generalizado a Carlos Salinas de Gortari, imposibilitado de transitar con tranquilidad por las calles, será notablemente menor al que recibirá él cuando deje el poder mal habido.
En ese trayecto de violentación institucional todo puede suceder. Es manifiesto el espíritu retador y necio que insiste en dar continuidad a las masacres cotidianas, ya sea hasta el último día del sexenio malhadado o, de ser posible, en la siguiente administración ordinaria (si es que la hay). También está a la vista el esfuerzo retórico del ocupante de Los Pinos para darle tintes épicos a las tareas de las fuerzas armadas en contra del narcotráfico, colocándolas en un nicho heroico al que mal haría alguien con ofender si pretende enjuiciamientos por algunos excesos cometidos. Y luego asoma el hecho de que manos movidas por hilos hasta ahora desconocidos están actuando de forma criminal contra quienes representan opciones de organización cívica y social, en una abierta labor de amedrentamiento que sería la coronación de la estrategia de desmovilización social que ha acompañado las acciones abiertas de represión y limpieza que han sido desarrolladas por soldados, marinos y policías federales (por cierto, el secretario de Marina ha dicho que no tiene pruebas fehacientes de la infiltración del narco en lo electoral, que ha denunciado FCH).
Por otra parte, la aceptación de candidaturas a cargos de elección popular ha sido colocada como materia de alto riesgo, según ha relatado el propio Calderón al asegurar que medio centenar de ciudadanos fueron bajados de sus aspiraciones en Michoacán por amenazas de grupos de la delincuencia organizada. Calderón describe tales sucesos como quien ve llover a lo lejos, casi asumiendo que no ha sido él quien ha encabezado el aparato gubernamental en los agitados años recientes, pero en realidad lo que está haciendo es instalar un enorme anuncio de alerta para que sean muy pocos los que casi de manera suicida se atrevan a postularse por la vía electoral para determinar los asuntos públicos.
El comandante en jefe de este sexenio ya está desalentando la participación cívica y cancelando las opciones democráticas (las izquierdas, por ejemplo, se ufanan en voz del amoroso López Obrador de que contarán en esta ocasión con una mejorada organización electoral, que tal vez no tenga oportunidad de mostrarse si avanzan los planes felipistas de sustitución de elecciones por acuerdos cupulares). Todo ello sin contar con la posibilidad de que justamente algunos segmentos de esa delincuencia organizada funcionen en planos de entendimiento y subordinación con algunos de esos poderes públicos que han mostrado clara preferencia y ayuda hacia algunos cárteles que en ese sentido tienen motivos para actuar en consonancia con sus benefactores.
Astillas
Pedro Joaquín Coldwell es un político especializado en la concertación al más puro estilo priísta, sin las vocaciones escenográficas ni los ánimos rijosos de Humberto Moreira. En su persona coinciden los intereses del tundido precandidato único a la Presidencia por parte del PRI, Enrique Peña Nieto, y del acechante precandidato único a entrar de relevo en caso necesario, Manlio Fabio Beltrones. Ya se verá si las características conciliadoras del político de Quintana Roo son las adecuadas para los tiempos de guerra política que ya se viven... Y, mientras dos de los aspirantes panistas a la candidatura presidencial, Cordero y Vázquez Mota, hacen el mejor de sus esfuerzos por aparentar discusiones profundas e incluso debates encendidos, ¡feliz fin de semana!
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