viernes, 21 de enero de 2011

Editorial EL UNIVERSAL Proteger al DF de la violencia

Durante años se ha hablado de la presencia del narcotráfico en el Distrito Federal y el Estado de México. Ante homicidios, decomisos y grandes arrestos los gobiernos de ambas entidades reconocían narcomenudeo pero se han negado a admitir que el centro del país sea una plaza en disputa por los cárteles. Por desgracia, el incremento de la violencia demuestra que la amenaza no debe ser minimizada.
Parece que la ciudad de México, incluida su zona metropolitana en el Estado de México, recorre un camino ya conocido en otras entidades del país. Empezaron los asesinatos cargados de saña, después le siguieron las balaceras entre grupos rivales que, presumían las autoridades, eran sólo pandilleros. Hace apenas unos días el municipio mexiquense de Nezahualcóyotl vivió una “cacería” en la que murieron nueve personas. En respuesta, como también ha sucedido en otros estados, los soldados patrullan desde ayer las calles de ese municipio para evitar que cunda el crimen.
Todo el recuento anterior está acompañado de capturas como la de José Jorge Balderas Garza alias El JJ, en últimas fechas, pero antes de él ocurrieron detenciones como fue la captura del traficante de precursores químicos Zhenli Ye Gon o la del capo Gerardo Álvarez, El Indio, avecindados todos en zonas de lujo de la capital de la República. A su vez, el cártel el Golfo presumía tener control del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para traficar con cocaína.
Desde luego, el DF y su zona conurbada todavía no alcanza los niveles de violencia e ingobernabilidad de Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua o Nuevo León. Pero el hecho de que ésta sea la sede de los poderes federales, una metrópoli mucho más grande que el resto de las existentes en la nación, es motivo suficiente para no confiarse. Es posible que si hace años se hubiese hecho la misma disertación acerca de Monterrey, el mayor enclave industrial de México, la respuesta habría sido que no era posible su sometimiento en manos del crimen organizado, y ya vemos cuál es el estado de esa ciudad hoy día.
Los gobiernos de la ciudad de México, del Estado de México y de la Federación tienen la obligación de no repetir los mismos errores de descoordinación, negligencia y omisión que en aquellos lugares donde ahora la violencia lo domina todo.
La advertencia va para las autoridades, para los medios de comunicación, para la sociedad civil organizada, y para las personas comunes que aun ven lejos un escenario de guerra en el centro del país.
Estamos a tiempo de combinar esfuerzos sociales con policiacos y de lograr una coordinación entre los diferentes niveles de gobierno que evite que los criminales sienten sus reales de violencia y miedo aquí.

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