FEDERICO ARREOLA
Felipe Calderón se fue a la sierra Tarahumara a prometer tarjetas de crédito para los pobres. El problema es que anunció su programa de bancarización en una comunidad en la que no hay bancos.
Recordé una gira de Luis Donaldo Colosio, en agosto de 1993, en la que recorrió las comunidades pobres de Chiapas.
Acompañé esa vez a Colosio, entonces secretario de Desarrollo Social. El sonorense encabezó una serie de actos políticos con el entonces gobernador de Chiapas, Elmar Setzer.
En unas de las reuniones, tomó la palabra una persona que agradeció al gobernador la entrega, realizada meses antes, de una máquina para procesar café.
Era una excelente máquina, dijo el hombre dirigiéndose a Luis Donaldo, “una gran máquina eléctrica… el problema, licenciado Colosio, es que el gobernador Setzer primero nos debió haber puesto la luz”.
Cenando en la noche Colosio seguía muy molesto por la falta de atención a los detalles de un gobernador que, poco tiempo después, dejó su cargo.
Y cómo no iba a dejar don Elmar Setzer su cargo si unos cuantos meses después del incidente de la máquina eléctrica en un pueblo sin luz estalló, por ahí mismo, la rebelión zapatista.
Ojalá el programa de Calderón de bancarización para los pobres en comunidades donde no hay bancos no provoque algo similar a lo del primero de enero de 1994, que en las condiciones de México en 2011 sería infinitamente más grave.
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