Petróleos Mexicanos (Pemex) no tiene capacidad para asegurar su propio presupuesto operativo; sigue atado a un régimen fiscal de exacción, trabaja con pérdidas, no tiene dinero para dar mantenimiento preventivo a sus instalaciones y carece de recursos para ampliar sus trabajos de refinación, explotación y exploración. Aun así, continúa siendo la principal fuente de divisas para el país, y el principal aporte de recursos del fisco mexicano cada año.
Este milagro sólo es posible por el trabajo conjunto entre los directivos de la paraestatal y los trabajadores, quienes, sin embargo, piden revisar la situación jurídica y fiscal de Pemex para definir muy bien qué se quiere de la misma y cómo se le ha de conducir, lo que será la base para una posterior y quizá definitiva reforma.
En un encuentro poco común —y por lo mismo afortunado—, tanto Juan José Suárez Coppel, director de la paraestatal, como el líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, coincidieron en un foro organizado por EL UNIVERSAL, donde se analizó la actual situación de la empresa. Ambos hicieron un llamado a que Pemex en verdad sea apoyado desde el gobierno federal, cuyos reguladores poco se han preocupado en el pasado por atender sus necesidades de fondo, pero también por los gobiernos estatales, el Congreso de la Unión e incluso por la sociedad civil.
Ante directivos y articulistas de esta casa editorial, el funcionario y el líder sindical mencionaron los rezagos de la empresa, pero también el potencial del negocio que todavía puede ser muy rentable si se le administra con eficiencia. Hay activos petroleros capaces de suplir la previsible declinación de Cantarell, el principal generador de crudo del país, tanto en la Cuenca del Sureste, como en aguas profundas. Sin embargo, para llegar a una explotación masiva y constante de dichos pozos, se requiere mucho dinero para las fases previas del proceso. También se requerirán muchos más recursos para extraer, transportar, procesar, exportar y refinar el hidrocarburo.
Con el actual régimen de Pemex, tal futuro es inviable. Peor aún, ni siquiera hay certidumbre de cuántos recursos podrá utilizar de agosto de este año en adelante. No hacer rentable a la paraestatal sería tanto como suicidarnos económicamente. Las arcas nacionales, tan dependientes del petróleo, entrarían en colapso.
No se puede dejar más tiempo solos a directivos y trabajadores petroleros, laborando al mínimo de recursos y generando en precarias condiciones la riqueza de la que todo el país goza. Éste tiene que ser el año de la gran reforma al régimen fiscal de Petróleos Mexicanos, o el país será económicamente inviable en poco tiempo.
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