El asesinato de Trinidad de la Cruz, dirigente indígena de la comunidad de Santa María de Ostula, que fue acuchillado el pasado martes 6 de diciembre por paramilitares que actuaron protegidos por la Policía Federal, debe ser agregado al expediente que estudia la Corte Penal Internacional de La Haya, para decidir si procede en contra de Felipe Calderón por la comisión de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.
Los más de 27 mil firmantes de la denuncia sostienen que el gobierno de México actúa en abierta complicidad con el crimen organizado. Una somera recostrucción de los hechos que precipitaron la muerte de Trinidad de la Cruz demuestra que tal percepción está sólidamente fundada.
Hace dos años, cientos de familias indígenas, pertenecientes a la comunidad de Ostula, ocuparon las tierras de Xayakalan, sobre la costa michoacana del Pacífico, muy cerca de la playa El Tamarindillo, que poseen Vicente Fox y Marta Sahagún. La siempre feliz y sonriente pareja ex presidencial no ha ocultado sus intenciones de construir un desarrollo turístico desde El Tamarindillo hasta Xayakalan, donde por otra parte hay ricos y abundantes yacimientos de hierro y de oro que ambicionan empresas mineras de India, Italia y Argentina.
La región costera, además, es disputada por diferentes bandas de narcotraficantes, por su ubicación estratégica que permite la entrada y salida de sustancias ilícitas. Tanto los hoteleros como los mineros han venido sirviéndose de los paramilitares al servicio de los cárteles, para reprimir a los comuneros de Xayakalan y desplazarlos de la costa a fin de quedarse con sus playas.
Por si hiciera falta para demostrar la complicidad entre hoteleros, mineros y cárteles con las dependencias federales adscritas al gobierno calderónico, las secretarías de Marina y Defensa han protegido por acción o por omisión a los paramilitares, que acumulan ya 27 asesinatos y cuatro desapariciones forzadas en Xayakalan, trágica lista que podría estar creciendo incluso en estos momentos.
El pasado 28 de noviembre, en Morelia, don Trino sostuvo una reunión con representantes de los gobiernos michoacano y federal, para ponerlos al tanto de los peligros que de nuevo se cernían sobre los pobladores de Xayakalan, con motivo de la consulta que éstos iban a sostener el martes 6 de diciembre, para determinar si aceptan el dinero que les ofrecen las autoridades a cambio de sus tierras o permanecen dentro de ellas.
El Desfiladero del sábado anterior se sumó a las voces que desde distintos frentes intentaron evitar que los paramilitares atacaran ese día. Como fruto de la reunión del 28 de noviembre, el martes 6 de diciembre, muy temprano por la mañana, don Trino y 12 integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), encabezados por Pietro Ameglio, salieron de Guadalajara escoltados por un convoy de la Policía Federal, bajaron a la costa, pasaron por Maruata, donde la Marina tiene una base naval, y llegaron a Xayakalan.
Pero de pronto, sorpresivamente, el hombre que iba al mando de los soldados azules de Genaro García Luna le dijo a Pietro Ameglio que se retiraba con sus tropas, ya que no podía garantizar su propia seguridad. En seguida, apenas se alejaron los uniformados, irrumpieron los paramilitares, arma- dos con rifles AK-47, pistolas, machetes y puñales, a las órdenes de tres conocidos y bien identificados matones: Prisciliano Sánchez Corona, alias Chalano; Iturbide Alejo, alias El Turbinas, y Margarita Pérez, La Usurpadora, de acuerdo con el excelente reportaje que Gloria Muñoz Ramírez publicó en La Jornada anteayer.
Con base en los testimonios de los miembros de la caravana del MPJD, ahora se sabe que éstos fueron obligados a subir a sus vehículos, y a bordo de otro en que llevaban a don Trino, los asesinos los arrearon por la carretera que va al puerto de Lázaro Cárdenas. Sin embargo, a la altura de la comunidad de Coayahuana, se detuvieron y acuchillaron al dirigente hasta matarlo.
El activista Trinidad de la Cruz, el martes pasado, horas antes de ser levantado por un grupo armadoFoto Notimex
Durante una rueda de prensa que ofreció el miércoles 7 de diciembre en la ciudad de México, Pietro Ameglio relató lo anterior vencido por la pena y por el llanto. Sin embargo, la tragedia, monstruosa por todo lo que implica –los indígenas mexicanos no valen nada ante los intereses de los hoteleros y los mineros, que usan a las fuerzas armadas y a los narcos para desplazarlos de sus tierras– no conmovió a nadie.
Peor aún, si Felipe Calderón sacó al Ejército a las calles, supuestamente para combatir la inseguridad, los comuneros de Xayakalan no se explican por qué no atendió las peticiones de don Trino –formuladas en la reunión del 28 de noviembre en Morelia–, pero menos entienden por qué, después del horroroso asesinato del dirigente, siguen esperando la llegada de los soldados, sabiendo que El Turbinas, La Usurpadora y Chalano se encuentran en la comunidad y pueden cometer otros asesinatos en cuanto les apetezca.
¿Así o más clara la complicidad entre el gobierno federal y los cárteles, señores jueces de la Corte Penal Internacional de La Haya? Esta pregunta difícilmente tendrá relevancia en medio de la profunda crisis política que se abrió en la cúpula del poder, tras la disparatada respuesta que dio Enrique Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro, hace ocho días en Guadalajara, donde el dueño del copete más famoso del rumbo comenzó a desinflarse ante los ojos alarmados de quienes han recibido de él millones y millones de pesos para incrustarlo en la Presidencia el año entrante.
Era carambola cantada: en cuanto Peña Nieto comenzara a hablar se harían visibles sus inmensas limitaciones y dejaría de ser el hombre que México esperaba, según sus publicistas y Televisa. Lo que no estaba previsto era que su derrumbe ocurriera tan temprano, ya que éste le da tiempo al PRI de buscarle un sustituto. Un problema, no menor, que por otra parte no parece tener respuesta. ¿Quién podría alcanzar, en seis o siete meses, la fuerza mediática que tuvo Peña Nieto?
En otras palabras, con un modelo económico en ruinas, sin un verdadero proyecto de rescate o reconstrucción del país, y sin una sola figura política atractiva –¿o acaso Beltrones, Vázquez Mota, Creel o Cordero llenarán el vacío dejado por Peña Nieto?–, la oligarquía mexicana carece de argumentos y de recursos legales para conservar el poder después de las elecciones del año próximo. De allí que Felipe Calderón hable con más y más insistencia de la posibilidad de que no haya comicios en 2012 “por la penenetración de los cárteles”.
El amago de cuartelazo que se dibuja detrás de estas palabras pone de relieve la dimensión de la crisis política en que ha quedado atrapada la derecha, al descubrir que carece de un candidato presidencial. Situación que en menor escala vive el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, al que se le abren los más anchos caminos para ganar la Presidencia, pero no cuenta con nadie que le asegure la victoria en el Distrito Federal. Cuando a lo largo de esta semana se oyó que el candidato de Morena al GDF podría ser Manuel Camacho, hubo quienes empezaron a preguntar la dirección de la embajada más cercana a su domicilio, para pedir asilo político al grito de sálvese el que pueda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario